[Typhoon]. Novela de Joseph Conrad (Teodor Jozef Konrad Korzeniowski, 1857-1924), novelista inglés de origen polaco. Conrad fue, hasta los cuarenta años, hombre de mar, recorriendo en su carrera, de grumete a capitán mercante, todos los océanos y especialmente las rutas orientales.
Tifón, como muchos de sus libros (v. El negro del «Narcissus»), nació directamente de experiencias marineras. La novela, publicada en 1903, es el relato de las peripecias de una nave a través de un tifón en los mares de China. El «Nan-Shan», construido en Inglaterra para armadores de Siam, parte para llevar a China, desde un pequeño puerto oriental, a doscientos «coolies» que vuelven a la patria con sus ahorros celosamente guardados en arcas de madera de sándalo. El barómetro desciende en forma impresionante y durante la noche un tifón de inaudita violencia estalla sobre el barco. El capitán, Mac Whirr, no se desalienta: modesto y silencioso, adquiere en la novela una sobria aureola épica. El primer oficial es presa del pánico y será desembarcado al terminar la travesía. En cambio, Jukes, el segundo, y Rout, el jefe de máquinas, luchan duramente hasta acabar las fuerzas. Entre tanto a bordo estalla un drama dentro del drama: las arcas de los chinos se han roto y ellos se atacan ferozmente, a la caza de sus dólares de plata.
El «Nan-Shan» llega a su destino medio desmantelado por los golpes de mar, y el capitán se enfrenta y domina con su frío valor a los chinos amotinados, distribuyendo equitativamente entre ellos los ahorros ganados con sudor. Quizás Conrad quiso idealizarse a sí mismo en Mac Whirr o, por lo menos, fijar la figura del capitán ejemplar, ponderado, tranquilo, tenaz y dotado de una confianza casi mística en la resistencia y la victoria del propio barco contra los asaltos del Océano. La narración, sobre todo en la parte central, es de una animada sencillez. El tema épico se eleva con una exposición directa de los hechos; este impulso heroico se pierde ligeramente, al principio y al final de la novela, donde Conrad se entrega a su afición de evocar testimonios indirectos y no siempre acordes. De esta novela de Conrad existe una traducción francesa de André Gide, notable ejemplo de colaboración entre dos escritores ilustres. [Trad. castellana de Ramón D. Perés (Barcelona, 1929)].
P. G. Conti
Se ha reprochado a Conrad el haber hecho desaparecer el momento culminante de la tempestad. Yo lo admiro, al contrario, cuando detiene su relato precisamente en el umbral de lo espantoso y cuando deja libre juego a la imaginación del lector, después de haberse acercado a lo horrible hasta un punto que parece insuperable. (A. Gide)
Toda la obra de Conrad está llena de un gran silencio de la razón, de un desprecio audaz y profundo de la persuasión lógica. Con plena conciencia de los propios medios ha declarado que en una novela, como en toda obra de arte, la llamada de un temperamento a otros temperamentos «ha de ser una impresión transmitida a través de los sentidos», puesto que se trata de establecer «acontecimientos pasajeros», recreando «la atmósfera moral y emotiva de tiempo y de lugar». (Fernandez)
…el tema de la lucha [en Conrad] lo encontramos en su estado puro… la lucha vertiginosa a través de los mares y de la barbarie… y la conciencia humana que se templa… y un fin superior de la misma. (F. Neri)