Teresa Raquin, Émile Zola

[Thérèse Raquin]. No­vela de Émile Zola (1840-1902), una de las obras más representativas del Naturalismo (v.) francés. Preocupada por el bienestar de su hijo Camilo, una vieja comerciante provinciana, madame Raquin, traslada z París su pequeña tienda.

La sobrina, Tere­sa (v.), inquieta y ávida de vivir, parece indiferente a todo; no hace mucho que contrajo matrimonio con Camilo, personaje enfermizo y débil de carácter; pero su ca­samiento no ha representado ningún feliz cambio en su existencia. Los esposos viven con la vieja, junto al tenducho. Una noche trae Camilo a su casa a un compañero cínico y vivaz, llamado Lorenzo, que tra­baja como pintor. Éste comprende la verda­dera índole de Teresa y por capricho la seduce. La joven, dominada por él, comien­za a odiar al pusilánime marido; y con frialdad, casi con goce refinado, los dos amantes mantienen su intriga amorosa en la propia casa de Camilo. En su ánimo, de modo inadvertido, se insinúa entretanto la idea del crimen: en un paseo en barca, el desgraciado Camilo es arrojado al río, donde se ahoga. Lorenzo hace creer que intentó salvar al amigo, y el comisario de policía Michaud, conocido de la familia, testimo­nia la probidad de Lorenzo durante las indagaciones de la justicia.

También la vieja Raquin cree encontrar en el homicida a otro hijo, que siente devoción por la memoria del muerto; entretanto, los dos amantes, aterrorizados por el delito come­tido, no osan siquiera hallarse juntos. Teresa piensa que el matrimonio con Lorenzo pondrá fin a su tormento, y acaban por casarse, después de dos años de angustiosos remordimientos; pero en el dormitorio que fue de Camilo, el insomnio, la pesadilla y la obsesión del delito no les dan tregua. Una constante y trágica alucinación pesa sobre los dos cómplices. La vieja Raquin cae enferma de parálisis, y su figura doliente se convierte para Teresa y para Lorenzo en el símbolo siempre presente de la tragedia. Los culpables ya no aciertan a callar, y llegan, delante de la enferma, primero con alusiones y luego abiertamente, a acusarse mutuamente. Cuando la anciana comprende la horrible realidad, no puede sino encerrar dentro de sí el odio hacia los asesinos; y en­tonces se convierte en un ser inerte y mudo, cuya mano no resiste el esfuerzo de trazar en una hoja de papel las primeras palabras de acusación que denunciarían a los cul­pables ante algunos amigos reunidos en su casa.

Teresa intenta aturdirse en una vida disoluta, hasta que los dos cómplices, cada uno de los cuales medita en su intimidad el modo de matar al otro, se envenenan en presencia de la enferma, para huir del espectro que los persigue. Por la exposición y estudio del delito, por el análisis de sus consecuencias, el libro es famoso en los anales del naturalismo como prueba de audacia descriptiva y llaneza realista. Los caracteres se mantienen con un verismo, más que artístico, seudocientífico, y el ajuste preciso y calculado de los aconteci­mientos establece una dramática correspon­dencia con la rigurosa mecánica del remor­dimiento. Pero no es esta mecánica lo que forma el núcleo de la novela, sino la tra­gedia de la vieja comerciante, en cuya re­presentación Zola hizo caso omiso de sus análisis científicos para lograr, con segura realidad, un atroz drama interior. [Trad. de Editorial Maucci (Barcelona, s. a.)].

C. Cordié

Afirmo que sois un gran romántico. Y por ello os admiro y os estimo. (Flaubert)

Teresa Raquin es la obra maestra de lo horrendo.  (Wilde)

Una novela psicológica en la que un aná­lisis profundo a la vez que minucioso da ya la medida de las fuerzas geniales de Zola. (De Sanctis)

Admirable autopsia del remordimiento. (J. y E. de Goncourt)

Emilio Zola, el médico honrado, el doctor Tissot de la sociedad moderna, era muy poco poeta, y no debe confundirse la dili­gencia moral, que habíamos visto vibrar continuamente en su obra, con el sentimien­to que ofrece al poeta la materia para las creaciones de la fantasía.  (B. Croce)