[Tess of the D’Urbervilles]. Novela del inglés Thomas Hardy (1840-1928), publicada por entregas en el «Graphic», y en volumen en 1891.
Teresa Durbleyfied, una muchacha de un pueblo de Wessex, es violada por un joven de una familia acomodada, Alejandro de Urbervilles, y tiene de él un niño que muere en la cuna. Abandonada por Alejandro, Teresa se casa, algún tiempo después, con el hijo de un pastor anglicano, Ángel Clare, quien, cuando Teresa le confiesa su deshonra, la noche de bodas, la abandona. Después de un período de luchas y dificultades, Teresa vuelve a encontrar a Alejandro, el cual la convence, pese a su repugnancia, de que acepte su protección. Al mismo tiempo Ángel vuelve de un largo viaje, arrepentido de su dureza hacia su mujer. Entonces Teresa, cegada por el dolor de haber perdido toda posibilidad de reconciliarse con su marido y reconstruir su vida, mata a Alejandro. Durante algún tiempo se esconde, junto con Clare, en New Forest, pero es descubierta, procesada y condenada a muerte. Teresa de Urbervilles, el libro más conocido y difundido de Hardy, y Judas el Oscuro (v.) son las dos grandes novelas con que el escritor terminó su obra narrativa.
El fatalismo hardiano se encuentra ya, en Teresa, en su fase extrema. Aunque los personajes parezcan purgar las penas de culpas cometidas (Alejandro como seductor, Teresa por las relaciones ilegítimas a que se deja arrastrar, Ángel por no haber comprendido e incluso haber aniquilado con su dureza el deseo de redención de la mujer), cada cual no hace más que obedecer los impulsos fundamentales de su temperamento. En el determinismo implícito en esta inevitable obediencia está la obra del destino, que pone a los impulsos, ya hacia el mal, ya hacia el bien, en contraste con la moral, con las leyes, con los prejuicios sociales y determina el conflicto del que los individuos salen vencidos. El fatalismo de Hardy se manifiesta en esta novela en su forma absoluta de fuerza hostil que actúa «más allá del bien y del mal». También en Teresa el autor puso como fondo de la acción la región de Wessex; y aunque no la describa en sus novelas, sirviéndose de características locales y de elementos folklóricos, la comarca es siempre una especie de microcosmos.
Llega a recrearla poéticamene la continua referencia a los mismos lugares, lo que dio impulso a la difundidísima moda del llamado color local que se advierte en la narrativa inglesa posterior a Hardy. Trad. castellana de M. Ortega y Gasset (Barcelona, 1942)].
S. Rosati
Tolstoi y Thomas Hardy, que sintieron un amor tan fantástico por la tierra, acabaron ambos por negar fanáticamente la vida. (D. H. Lawrence)
Admiro la conciencia y la paciencia de Hardy, la rica base de su lirismo, su escrupulosa preocupación de una perfecta consecuencia. En el relato de estas existencias< de las que dispone el azar, nada es dejado al azar y cada uno de los personajes lleva en sí mismo su fatalidad. (A. Gide)
Por la grandeza, por el carácter augusto de su desolación, hay en la figura de Hardy algo que hace pensar en un rey Lear cuyo dolor fuese de orden general y metafísico. (Du Bos)
La grandeza de Hardy reside, más que en ninguna otra cosa, en la relación entre los hechos narrados y el ambiente en que ocurren. Nunca ha habido otro novelista tan sensible a las impresiones visuales ni auditivas, ni que las reprodujese con tanta precisión y al mismo tiempo con tanto cuidado de la relación armónica entre el efecto estético general de la escena y el de los objetos descritos y las pasiones representadas. Se satisfacen al mismo tiempo nuestro sentido de la realidad, nuestro sentido de la belleza y las cuerdas de nuestra simpatía emotiva; esta combinación, rara, si no única, en el arte narrativo, hace a Hardy superior a muchos novelistas en otro sentido mejor dotados. (J. W. Beach)