Teoría Fisiológica de la Música, Hermann Helmholtz

[Die Lehre von den Tonempfindungen ais physiologische Grundlage für die Theorie der Musik]. Obra de Hermann Helmholtz (1821-1894), publicada en 1863 en Braunschweig. De la segunda edición existe la traducción francesa de Guéroult y Wolf (Théorie physiologique de la musique, Masson, 1864-1874) que añade un apéndice sobre la gama pitagórica y sobre la importancia de la natural como gama melódica. La segunda edición está dividida en tres partes de seis capítulos cada una: «Composición de las oscilaciones armónicas y timbre», «Acordes, consonancias y disonancias», «Gama y tona­lidad» y tiene, además, dieciocho apéndices. Esta obra de Helmholtz es verdaderamente sólida.

Además de su contribución personal él ha codificado, explicado matemática y mecánicamente, reducido a cuerpo homo­géneo y ordenado magníficamente todo un conjunto de nociones y de hechos ya descu­biertos por músicos eminentes, físicos y fisiólogos ilustres como Rameau acerca de las relaciones de los sonidos, Sauveur sobre la disonancia, Corti sobre el órgano auditivo, y otros. Uno de los problemas más aguda­mente tratados es el de la resonancia, ya en sí misma, como fenómeno físico, ya en rela­ción con el oído, como hecho fisiológico. En la investigación del problema «después de qué número de oscilaciones la intensidad del sonido del cuerpo abandonado a sí mis­mo queda reducida a una décima parte», da en el capítulo XI los resultados en una tabla, y en el apéndice nos proporciona el cálculo para la determinación de los valores, con lo cual nosotros podemos resolver el problema.

El oído no vibra sola­mente como único sistema entero para todos los sonidos; deben existir partes puestas en vibración por sonidos de alturas diferentes que concurren a las sensaciones de estos sonidos, y dice esto apoyándose en la ni­tidez con que el oído percibe el trino. In­terpretando justamente la misión de cada parte del oído en vibración bajo la influen­cia de un sonido determinado, es decir, que el movimiento comunicado es más fuerte para un sonido dado, pero que los sonidos cercanos actúan en grado menor, Helmholtz, admitió como orden de magnitud que, para una diferencia de un semitono entre el so­nido excitante y el sonido de mayor resonancia de una de estas partes, la vibración por influencia es todavía apreciable. Con una aplicación al la, el autor da un ejemplo para fijar el amortiguamiento de las partes móviles del oído. En cuanto a la causa física de los diferentes timbres, del desarrollo en serie parecería resultar que el timbre podría depender ya de los valores de las diversas amplitudes de los armónicos, ya de la dife­rencia de fase de ellos, por lo cual debe­ríamos admitir que el timbre depende de la forma que toma la vibración resultante; ahora bien, Helmholtz, apoyándose en la facultad resolutiva del oído, que inconscien­temente separa los diversos constituyentes, ayudado por la comprobación experimental, admite la ley: «el timbre de un sonido com­plejo depende solamente del número y de la intensidad de los sonidos parciales, pero no de su diferencia de fase», con tal que se trate de sonidos musicales no asociados a ruidos.

Koenig presentó objeciones a esta conclusión algo arriesgada, pero concluyó que las diferencias de timbre debidas a las diferencias de fase, si existen, no son fáciles de descubrir. Confirmó también que la ley de parentesco entre los sonidos es una cuestión de consonacia o disonancia: la consonan­cia es una sensación continua, la disonancia una impresión intermitente; reduciendo la cuestión al estudio de los resultantes de les sonidos fundamentales de los xiló­fonos y de los sonidos que resultan de los mismos, hace de ellos un análisis sistemá­tico. De este examen deduce una clasificación general de los intervalos consonantes:

I. Con­sonancias absolutas; octava, duodécima, do­ble octava;

II, Consonancias perfectas; quinta y cuarta.

III, Consonancias medias; sexta mayor, tercera mayor.

IV, Conso­nancias imperfectas; tercera menor, sexta menor.

Helmholtz completa la teoría intro­duciendo en ella los sonidos resultantes, que no son despreciables cuando los sonidos primarios son intensos. Para acordes de más de dos sonidos, la teoría es la misma; es menester que cada acorde parcial sea una consonancia. Claro está que de modo abso­luto entre consonancia y disonancia no se puede señalar una neta separación.

P. Pagnini