Una tragedia de Pierre du Ryer (1606-1654), un melodrama de Apostolo Zeno (1668-1750) representado por primera vez en Viena con ocasión del natalicio del emperador Leopoldo I en 1701, con música de M. Antonio Ziani, y uno de Metastasio (además de varias obras menores sobre el mismo asunto), llevan este título.
Con datos históricos tomados de Tucídides, de Plutarco y de Cornelio Nepote, Zeno traza, según las exigencias del género y del gusto de su época, una doble intriga de amor, que une Temístocles, el salvador de Atenas contra Jerjes, a Palmides, princesa persa de sangre real, y la hija de él, Heraclea, al ateniense Clearco. Temístocles, desterrado, es acogido por Artajerjes, que le ama y le honra concediéndole la mano de Palmides, a condición de que le ayude a conquistar Grecia, con gran disgusto por parte de su favorito Cambises, enamorado también él en secreto de Palmides. Llega el embajador Clearco a ofrecer la amistad de Atenas-, pidiendo al gran rey que en compensación le entregue a Temístocles. En una serie de escenas, asistimos a las luchas internas de los diversos personajes, exteriorizadas en duetos, con gran lujo de sentencias.
Temístocles está dudoso entre la gratitud y el amor por una parte y el amor a la patria por otra; en Heraclea luchan el amor por Clearco y el amor por su padre; Clearco vacila entre los deberes del ciudadano y los del amigo y del amante. Todo termina felizmente para todos, excepto naturalmente para el envidioso Cambises, cuando Artajerjes renuncia a pedir a su noble huésped el sacrificio de su honor de ciudadano, y estrecha la alianza con Atenas. Dado el temperamento austero y la escasa sensibilidad de Zeno, las mixtificaciones de la historia, casi sofocada por las intrigas amorosas, logran como de costumbre resultados muy diversos de los alcanzados por Metastasio. Sin embargo, como reconocía el propio Metastasio, que siguió sus huellas, tuvo el mérito de conservar la verosimilitud y el decoro, apartándose de las hinchazones y trivialidades imperantes hasta entonces en los melodramas de sus predecesores.
E. C. Valla