Tecoppa, Anónimo

Con este título se comprenden generalmente cuatro farsas escénicas en dia­lecto milanés, célebres por la interpretación que hizo de ellas el actor Edoardo Ferravilla (1846-1915), hacia 1880.

Las peripecias del personaje — violento pero bueno, char­latán, ingenuo y vanidoso, verdadero «mila­nés de Milán» — son de por sí poca cosa, pero los períodos, a través de la variedad de la mímica se elevan a una esfera no inferior a la de la antigua comedia del arte: en tal sentido, la tenue vena de las diversas composiciones no es sino el caña­mazo para la representación de Ferravilla que, paso a paso, innovaba y transformaba la escena con viveza inagotable. Tecoppa en el tribunal hecha por C. Bosisio presenta al personaje en el banco de los acusados: se acusa a Felice Tecoppa, de Milán, de 44 años, de profesión «comerciante y bene­factor», de haber robado un perro, pero se defiende vivamente y es absuelto. La escena es sólo un pretexto para el cómico desfile de testigos y de abogados.

En Tecoppa noc­turno, de Cario Rota, el personaje se dirige con su amigo Grimaldelli a robar a casa de unos pequeños burgueses que van al teatro y que no dejan nada digno de un honorable hurto; pero una llamada telefónica al cria­do, que entre tanto se ha alejado, revela el escondrijo de un precioso collar, con lo que los dos ladrones, que se creían desafortu­nados, hacen su negocio. Tecoppa y C.a de Ferravilla y C. Rota está basada en un pretendido milagro realizado por Tecoppa y Grimaldelli: ante una muchedumbre estúpida y credulona logran resucitar a un joven ausente durante muchos años de su país; todo ello con el fin de favorecer el amor de una muchacha. Pero un carabinero, visto que el truco lleva miras de lucra, poniendo la mano sobre el hombro de Tecoppa, le invita a seguirlo. El alegre com­padre se aleja burlescamente, pidiendo un momento de permiso al público.

Tecoppa bromista representa fielmente la figurilla socarrona y vivaz de un milanés como Tecoppa, cochero complaciente con las pare­jas de las que pretende un estipendio aparte por el «servicio especial de las cortinillas bajadas»; una disputa por tal suplemento ilegal termina con una escena en la comi­saría y con una nueva propina al avispado cochero. Estas farsas en un acto (re­cogidas en 1924 en Milán, en la colección del «Teatro Milanés») forman todavía el repertorio de los aficionados de provincias.

C. Cordié