Vasta colección de ensayos de carácter enciclopédico del literato español fray Benito Jerónimo Feijoo y Montenegro (1676-1764), publicada entre 1726 y 1760, en diecinueve volúmenes distribuidos de este modo: Teatro crítico (nueve volúmenes); Cartas eruditas y curiosas (cinco volúmenes); Ilustración apologética al primero y segundo tomo del Teatro Crítico (dos tomos en un volumen); Demostración crítico-apologética del Teatro Crítico (dos volúmenes); índice general alfabético (un volumen).
La Demostración crítico-apologética es de Fray Martín Sarmiento y fue escrita contestando al Antiteatro Crítico (1729) con el que Salvador José Mañera atacó la obra del P. Feijoo. El Teatro Crítico está formado por ciento dieciocho ensayos que, junto a los ciento cincuenta y tres de las Cartas eruditas y curiosas (v.), se yerguen «como un enorme monumento del espíritu crítico, en medio del desierto intelectual que en el siglo XVIII se extendía por toda España» (Montoliu). Los ensayos del Teatro, o «discursos», como los llama el autor, tratan de las siguientes disciplinas: física y matemática, ciencia natural y medicina, astronomía y geografía, filosofía, economía y derecho, literatura y filología. Con espíritu verdaderamente crítico, el autor expone en estos ensayos, que a menudo tienen la amplitud de un tratado, les resultados de sus investigaciones en los diversos asuntos. Su enciclopedismo, basado en una erudición vasta y al día, tiene una amplitud extraordinariamente varia, iluminada por un pensamiento que juzga, precisa y corrige. Combate prejuicios, supersticiones y viejas costumbres.
En la investigación científica Feijoo se inclina hacia el método experimental; en la crítica hagiográfica, siguiendo el ejemplo de los bolandistas, exige el examen de las fuentes históricas y la búsqueda del documento; en la estética, rehuyendo toda forma racional, busca el «no sé qué» del sentimiento y se apoya en el gusto («Razón del gusto»), por lo que Menéndez Pelayo ha definido este último ensayo como «un verdadero manifiesto romántico»; en política, rehuyendo el cerrado nacionalismo, y sin negar a la patria, exalta en cada nación lo que ésta tiene de verdaderamente humano; entre los artículos sobre las ciencias naturales pueden justamente recordarse las «Paradojas físicas», «Paradojas matemáticas», «Intransmutabilidad de los elementos», «Maravillas de la Naturaleza», «De lo que sobra y falta en la Física y en la enseñanza de la Medicina», etc. Entre los de Filosofía: «Mapa intelectual y cotejo de las naciones», «Escepticismo filosófico», «Mérito y fortuna de Aristóteles», «Argumentos de autoridad», «Defensa de las mujeres», etc.
Los más celebrados ensayos son los que se ocupan de literatura y filología, como «Paralelo de las lenguas castellana y francesa», «Razón del gusíc», «El no sé qué», «Música en los tiempos», «Reflexiones sobre la Historia», etc. Notables son también los ensayos sobre las supersticiones de los doctos y del vulgo, entre los cuales los mejores son: «Astrología judiciaria», «Artes divinatorias», «Milagros supuestos», «Transformaciones mágicas», «Duendes y espíritus familiares», «Piedra filosofal», «Pretendida multitud de hechiceros», «Sobre el supersticioso rito del toro de San Marcos», etc. En cuanto a la agudeza per las analogías exteriores el P. Feijoo ha sido comparado a Voltaire por sus propios admiradores y se le ha llamado el «Voltaire español». Pero dejando aparte el escepticismo, que en Voltaire es radical y metódico, mientras que en el P. Feijoo es discreto y nunca toca el dogma, el epíteto contiene una intuición feliz en cuanto afirma un secreto parentesco entre los dos escritores tan diferentes de categoría y de presupuestos ideológicos.
Común a los dos escritores es la aspiración a un enciclopedismo destinado a ampliar y profundizar los esquemas de la vieja erudición en que se había fosilizado el saber humanista del Renacimiento; y común, aunque sea con las diferencias que naturalmente hay que establecer entre el teísmo del uno y el catolicismo del otro, es el espíritu de revisión general. Feijoo es un escritor brillante, claro, sencillo, incisivo y nervioso, que no ha tenido escrúpulos en sacrificar la demasiado pesada y recargada prosa científica castellana, acercándola a la claridad cartesiana de la prosa francesa.
A. R. Ferrarin
Hombre universal y a la vez español por los cuatro costados, Feijoo se sentía incorporado al ansia renovadora de su siglo sin que se rompiese una sola de la raíces de su tradÁción nacional, incluso aquella que se hunde, allá en el fondo, en los estratos oscuros de la superstición, contra la que tanto luchó, pero que a veces enviaba a su grande y abierto espíritu oleadas de savia confusa y pueril. (G. Marañón)