El compositor alemán Johannes Brahms (1806-1897) sólo escribió tres Sonatas para piano; prefería la libertad que le ofrecían las formas de la variación, el impromptu o el intermezzo al plan riguroso que impone la sonata. Estas tres obras son, por otra parte, obras de juventud, puesto que se clasifican con los números de opus 1, 2 y 5.
La Sonata en «do mayor» (op. 1) comienza con un «Allegro» cuyos temas no logran escapar a una inútil grandilocuencia. El «Andante», por el contrario, toma su motivo central de un viejo lied germánico que Brahms trata en variaciones; el «Scherzo» está lleno de movimiento y encanto; en cuanto al «Final», reemprende el primer tema del movimiento inicial y lo desarrolla en un rondó.
La Sonata en «fa sostenido menor» (op. 2) se basa por completo en un aire popular y toma la forma cíclica tan apreciada por los románticos. La Sonata en «fa menor» (op. 5) señala un progreso considerable respecto a las dos precedentes por la calidad de los pensamientos que la inspiran. El «Allegro» se construye sobre un solo tema salido de un núcleo rítmico de 3/4. El «Andante» es la evocación musical de los versos de Sternau: «La tarde declina, la luna aparece. Hay allí dos corazones reunidos en el amor que deliciosamente se mantienen abrazados». Brahms ha tratado este fragmento en forma de lied e imaginó un tema pleno de lánguida felicidad. El «Scherzo», escrito sobre un motivo bastante intrascendente, está precedido por un intermezzo subtitulado «Recuerdo», del que se pasa a una marcha fúnebre cuyo trazo melódico está tomado del «Andante».
El «Final», borrascoso y atormentado, se engendra por completo en un único tema doloroso y apasionado. Además de las Sonatas para piano, Brahms compuso las Sonatas para violoncelo y piano (op. 38 y 99). Éstas son obras menores en la música de cámara de Brahms. La primera, en «mi menor» (1866), se caracteriza sobre todo por la fuga de su último movimiento. La segunda, en «fa mayor», un poco grandilocuente, data de 1877. La parte de violoncelo está aquí mejor tratada que en la precedente. En cuanto a las Sonatas para piano y violín que nos ha dejado, suman un total de tres y datan respectivamente de 1880, 1887 y 1890: Sonata en «sol mayor», Sonata en «la mayor» y Sonata en «re menor». La primera, en «sol mayor», encuentra su unidad en el constante retorno de un mismo tema que aparece en los tres movimientos de la obra. Esta melodía, de inspiración popular, evoca el repicar de la lluvia sobre los tejados de las casas. El núcleo rítmico de este tema sirve de base al «Vivace» inicial; un motivo más débil y caluroso le da la réplica. Sigue un desarrollo con modulaciones un poco tímidas. El «Adagio» es un lied a la vez lánguido, guerrero y fúnebre. El final, «Allegro», es un desarrollo de la Canción de la lluvia, en la que Brahms se abandona a esa melancolía resignada que le presta su encanto y su nobleza.
La Sonata en «la mayor», muy breve, está dentro del mismo estilo que la precedente. Dos temas, uno rítmico, otro melódico, se oponen en el «Allegro amabile». El «Scherzo» es una danza alegre que sucede a un «Andante» de sosegada tranquilidad. Finalmente, el «Allegretto» evoca la gozosa paz y la voluptuosa calma que Brahms cantaba con tanto acierto. La Sonata en «re menor» tiene una fuerza, una grandeza y una emoción de que carecen las otras dos. Su arquitectura sigue siendo muy clásica; pero los dos temas del «Allegro» tienen una pujanza dramática y lírica que hace de ella una de las obras maestras de la música romántica. El «Adagio» está construido por completo sobre una frase cantable en sumo grado y maravillosamente expresiva; el «Scherzo» deja transparentar la influencia que la música italiana ejercía, muy esporádicamente por otra parte, sobre Brahms. El «Finale» es un gran fresco atormentado, de fuertes colores. Pero a través de las nubes de tormenta, se adivinan ya los rayos de un sol primaveral.