Tratado de exégesis de San Gregorio de Nissa (siglo IV), compuesto en los últimos años de la vida de su autor atendiendo los ruegos de un tal Cesáreo, quien le pidió le describiera la vida perfecta. San Gregorio cuenta la vida de Moisés, interpretándola alegóricamente en sus varios episodios; así, por ejemplo, el nacimiento de Moisés nos enseña a guardarnos de las tentaciones del demonio, si se sigue la senda de la virtud; la canastilla en la que él flota sobre las aguas es el símbolo de la instrucción necesaria al hombre; sus vagidos son el llanto del pecador; su ascensión al monte Sinaí es el símbolo de la elevación que nos pone en contacto con «el Inteligible». Toda la obra de Moisés es un símbolo de la aspiración del alma hacia Dios, ente de suprema belleza, incognoscible para el hombre, e indefinible en su inmensidad, como era el Dios de los neoplatónicos. Este tratado, como la Apología para el Hexamerón (v.), es interesante en cuanto muestra hasta qué punto se extiende la influencia de la filosofía griega sobre el Cristianismo, por obra de San Gregorio de Nissa.
C. Schick