[De unitate intellectus contra Averroem]. Obra filosófica y polémica, que lleva como subtítulo: «Contra aquellos que afirman que, después de la separación (del cuerpo), de todas las almas, no queda más que un solo intelecto y una sola alma»; fue escrita en Roma por orden de Alejandro IV, por el filósofo, teólogo y místico alemán San Alberto Magno (Albert von Bollstádt, 1206-1280), el año 1256.
A la afirmación de los averroístas, expuesta en treinta argumentos, de que el alma racional es única para todos los hombres (monopsiquismo) y que el «intelecto activo» (de Aristóteles) es numéricamente uno, aunque en cada alma individual dé lugar, como sucede con el sol al suscitar los colores en los cuerpos, a otros tantos intelectos «adquiridos», él opone — después de haber reconocido que el problema es muy arduo e inaccesible para los no versados en filosofía, y después de hacer referencia a sus tratados sobre El alma (v.) y su inmortalidad, en lo que respecta a la teoría del alma y de su supervivencia a la disolución del cuerpo — treinta y seis argumentos, que tratan de explicar este solo punto: «si lo que sobrevive de un alma es igual a lo que sobrevive de otra, y, por lo tanto, si lo que persiste de todas las almas es una misma y única cosa».
Entre los más accesibles a una mentalidad moderna, aparece el siguiente argumento: si la facultad imaginativa cesa con la supresión de los sentidos, si para cada hombre y cada alma no sobreviviese un intelecto propio y el alma pereciera con el cuerpo, nada sobreviviría, en realidad, del alma individual, y el alma fenecería con el cuerpo; y, asimismo, en la hipótesis de éstos, el alma racional debería ser una sustancia separada y no una «entelequia» del cuerpo orgánico, causa y principio de esta vida; es decir, de hecho, no sería un alma. Y sería ridículo sostener que se halla en todos los individuos, de modo que no esté propiamente en ninguno. Despréndese de este trato que en las disputas suscitadas por el averroísmo parisiense había ocupado el primer lugar la cuestión de la unidad numérica de la inteligencia humana, que parecía suprimir la inmortalidad personal del alma. Y es digno de señalar que el tratado Sobre la unidad del intelecto será posteriormente incluido casi íntegramente por San Alberto en la Suma teológica (v.) y volverá a reaparecer también en su tratado de los Quince problemas (v.).
G. Pioli