Drama histórico del autor español Antonio García Gutiérrez (1813-1884), estrenado con éxito clamoroso en el Teatro de la Cruz el 17 de enero de 1843. García Gutiérrez nos presenta en esta obra el marino genovés Simón Bocanegra, hombre de gran carácter, indiferente a los triunfos y a las adulaciones, pero, en cambio, extraordinariamente sensible al amor paterno. A su alrededor se mueven los personajes secundarios, entre los que sobresalen Paolo, el traidor, y la dulce Susana. Al decir de Ángel Valbuena, «Simón Bocanegra es una obra que revela ya una hondura dramática. Con razón decía Zorrilla de este drama de su compañero, ‘que vale mucho más de lo en que se le aprecia’. Simón Bocanegra tiene ya una ‘grandeza contenida’ sin los arrebatos desbocados del primer romanticismo, y puede ser una prueba de ello el modo de acabar el segundo acto, en que Susana impone el deber a su corazón, a diferencia del tipo de amante a lo Leonor de El trovador (v.) juvenil». Simón Bocanegra, junto con El trovador, Venganza catalana (v.) y Juan Lorenzo (v.), es lo mejor de la producción de García Gutiérrez, que a partir de este momento perdió ya calidad.
* Sobre el mismo tema compuso Giuseppe Verdi (1813-1901) un melodrama titulado Simón Boccanegra. Tuvo dos versiones: una, según libreto de Piave, representada en Ve- necia en 1857; la otra, según libreto de Boito, en Milán en 1881. El esquema del primer libreto lo sacó Verdi del drama de García Gutiérrez. El compositor hizo un arreglo en prosa del libreto y lo envió, en agosto de 1857, a la presidencia del Teatro Fenice. Piave versificó la prosa de Verdi, que, encontrando en el argumento «algo de original», quería hacerlo «aún más original» en el corte de las escenas. Mientras Piave buscaba las rimas, Verdi arreglaba de tal manera el libreto que escribió al poeta dándole la facultad de «poner o no» su nombre; muy exigua era, en efecto, la colaboración de Piave a la sustancia del libreto. Fracasada la ópera, no faltaron los que, atribuyendo a Verdi también la que enfáticamente llamaban la parte poética, se la censuraron duramente. La acción ocurre en Génova, en la primera mitad del siglo XIV. Paolo y Pietro, hombres del pueblo, traman una conjura para elegir dux a Simón Boccanegra, y lo consiguen. Convertido en dux, Simón descubre un día que Amelia Grimaldi, prometida de Gabriele Adorno, gentilhombre genovés, no es otra que María, una hija suya a la que él creía perdida. Paolo, enamorado de Amelia, pide ahora la mano de la muchacha al que le debe el poder; pero como Simón se la niega, Paolo jura vengarse junto con su fiel amigo Pietro.
Hacen raptar a Amelia; Andrea, preceptor de la muchacha, y Gabriele, su prometido, acusan de esta fechoría al dux, ignorando que él es el padre de la joven. Gabriele se arroja sobre Simón con un puñal en la mano, pero Amelia, que había logrado liberarse, llega para proclamar la inocencia de su padre. Paolo, furibundo, trata de instigar nuevamente a Andrea y Gabriele, que después del atentado fueron encarcelados; pero éstos rehúsan. Sin embargo, consigue excitar los celos de Gabriele haciéndole asistir a una escena de ternura entre padre e hija, de manera que el gentilhombre vuelve a arrojarse sobre el dux para matarle. Amelia se interpone de nuevo y Gabriele se entera de que ella es hija de Simón. Entonces pide perdón al dux y le promete fidelidad. Finalmente se celebra la boda entre Amelia y Gabriele; de todos modos Paolo alcanzó el fin de su venganza: Simón Boccanegra, envenenado, muere bendiciendo a los esposos. El recitativo tiene una parte dominante. Las partes cantables son pocas: tres arias, dedicadas especialmente a Gabriele y Amelia, personajes sin caracterización.
Boccanegra es muy elevado; el final del prólogo nos lo muestra en la plenitud de su conciencia y moralidad, expresada en afectividad. Su naturaleza y sentimientos se manifiestan no solamente por los cantos, sino también por la reacción del ambiente. También en el último acto dominan dramáticamente Paolo, Fiesco y Boccanegra. Especialmente los comienzos de los duetos «De las antorchas de fiesta» y «Lloro» representan la amplia oscilación de la pasionalidad de Boccanegra, del rencor a la piedad. Poderoso y expresivo es el cromatismo orquestal, mientras siente en sus venas los efectos del veneno; de amplio lirismo el motivo y el «pathos» en la invocación al mar. Al componer este drama, en sustancia político, Verdi trasladó al campo del arte musical el patriotismo con expresión de un valor trascendente, traduciendo el sentimiento en pureza de representación. Patriota agudo y sensible observador del estado político de Italia, retrató a un apasionado caudillo popular, que íntimamente sufre por la volubilidad de la plebe, las asechanzas de los traidores, los agravios inferidos a su honradez, y que supera toda contrariedad con su alta conciencia y sus ideales de hombre elegido; todo esto Verdi supo transformarlo en melodrama, en el sentido más alto.
A. Della Corte
Como italiano, Verdi es un genio muy representativo. Una sinceridad que obliga a la simpatía; un estilo algo sumario, pero muy vivo; una pasión que, por decirlo así, se muestra desnuda, al descubierto, sin temer una retórica hoy trivial; un realismo lírico vigoroso, poco profundo, pero justo y verdadero según su propia estética, bien diferente del vano «bel canto» de Rossini; un notable sentido del teatro; tales son las calidades que hacen vivir sus óperas. (Combarieu)