[Sei personaggi in cerca d’autore]. Comedia de Luigi Pirandello (1867-1936), estrenada en 1921. La obra lleva al punto culminante de la crisis pirandelliana, y define en formas rigurosas el módulo de su tragedia y el estilo de su dramaturgia; lo que en sus obras posteriores pudo convertirse tal vez en variación y pretexto, aquí es poética en acto y verdadera historia, fiel aunque llamativa, a pesar de que los hechos sean demasiado escabrosos y las palabras demasiado declamatorias.
La materia la sacó de una narración de Cuentos para un año (v.); y si las paradojas pirandellianas sobre la personalidad, el arte y la vida se repiten con la insistencia y pasión ya conocidas, aquí no parecen ya aditamentos a un pretexto figurativo cualquiera, sino prolongación de una situación necesaria e irremediable. La obra forma parte, junto con Cada uno a su manera (v.) y con Esta noche se representa improvisando (v.), de la trilogía del «teatro en el teatro», y trata de un modo particular del conflicto entre Personajes y Actores. Mientras en un escenario se ensaya una comedia de Pirandello, El juego de los papeles (v.), aparecen los Seis Personajes: el Padre de cincuenta años, la Madre afligida, la Hijastra rebelde, el Hijo y dos pequeñuelos. El Padre explica al estupefacto Director que proceden de la fantasía de un autor que los creó vivos, pero sin lograr cerrar y concluir su historia en la esfera del arte; abandonados a sí mismos, van buscando a un autor que pueda o quiera poner en escena su drama inexpresado; y en la esperanza de que el Director pueda satisfacer su elemental deseo de existir, le cuentan su historia; cada uno de ellos reviviéndola a su manera, arrojando toda la luz de la palabra y de la situación sobre el propio caso, compadeciéndose solamente a sí mismo.
El argumento, según lo que podemos colegir de las varias y contradictorias intervenciones, si queremos componerla en una notación genérica, en el esquematismo vulgar del hecho, es el siguiente: la Madre se había casado con el Padre y le había dado un Hijo; pero, sencilla, humilde y sin malicia, se había enamorado secretamente del secretario del Padre; éste, dándose cuenta de la simpatía que une a los dos, los deja libres; con el secretario, la Madre tiene tres hijos. Se pierden de vista. Al morir su apagado amante, la Madre regresa a la ciudad para ganarse el pan; la primera de los tres, la Hijastra, guapa muchacha, cae en. la red de cierta Madama Paz, que de su tienda de modas ha hecho una casa de citas. El Padre frecuenta la casa, y en ella la horrorizada Madre sorprende juntos a Padre e Hijastra. Horrorizado a su vez el Padre, y avergonzado de sus tardíos descarríos, abrumado por las acusaciones de su Hijastra, decide acoger en su casa a toda la familia, donde el Hijo, desabridamente, los trata a todos de intrusos. Una situación así no puede durar; mientras la Madre suplica al Hijo que cese en su hostilidad, los dos pequeños, los inocentes, mueren, cayendo en la fuente del jardín la Niña, y matándose de un tiro de revólver el Muchacho. Los otros permanecen clavados en las tablas del escenario, pero la Hijastra huye con una amarga carcajada. Ésta es la comedia «por hacer», que el Director se esfuerza en vano en llevar a la escena; pues la vida no tolera aquellas aproximaciones y generalidades de lenguaje que son propias del teatro; o al menos no lo toleran los Personajes, que llevan dentro de sí el dolor y el peso de su propia vida; ya que el arte es una abstracción rígida frente a la inconsistente mutabilidad humana. Pirandello se burla ágilmente de la falsedad y ligereza con que Director y Actores tratan de hacer entrar a estos seres vivos, los Personajes, en los esquemas del Arte.
Esta obra es el primero y más importante capítulo de una denuncia de la tradición y del lenguaje teatral, que tuvo por efecto subvertir la situación de la dramaturgia mundial y sentar sobre nuevas bases las premisas teatrales. Sin embargo, ni la denuncia ni el descubrimiento de una nueva fórmula hubieran resultado eficaces, si el drama de los Personajes no hubiese sido previamente vivido en una esfera ética; pues Pirandello vive y sufre la transformación de una sociedad que se creía sólida y feliz, viviendo según los dictados de la costumbre, después de quitarles toda justificación moral y todo apoyo en la trascendencia; si una fundamental confianza en la vida animaba el naturalismo, él, aunque sirviéndose del mundo y de los modos favoritos de los naturalistas, empuja la vida y los personajes hasta el borde del abismo, los aísla uno tras otro, los sumerge en la nada de una desesperación sin salida, aunque dejando intacta la esfera de los recursos religiosos, que podría dar respuesta a esa desesperación. Por ello un problema de crítica teatral no solamente llega a ser el prólogo de todo el teatro pirandelliano, una especie de «impromptu» que inaugura su fase más gloriosa, sino también la confesión de una angustia y de un fracaso que, en los años posteriores, encontraron una sistematización conceptual en las obras de los existencialistas.
El valor del drama no afecta sólo a la historia del teatro y de la cultura; sin la poesía, tales invenciones no pasarían de escarceos diletantescos e intelectuales; en los Seis Personajes se convierte en altísima poesía el ansia de la comprensión humana, siempre prometida por la naturaleza que sugiere la fácil condescendencia a la espontaneidad de los humores y de los instintos, y siempre decepcionada, aunque irrevocable y necesaria. El poeta lleva a cabo el primer y valedero esfuerzo para abrazar en un círculo de compasión única las distintas suertes de los hombres; como encaminándolos allí donde él, impotente ante las soluciones extremas, no puede conducirlos. Allí termina el teatro de la Comedia, después de cinco siglos; y se espera el mensaje de una verdad que componga en un nuevo orden la disipada palabra. [Trad. castellana de Ildefonso Grande (Madrid, 1955)].
G. Guerrieri
La más vigorosa tentativa llevada a cabo hasta ahora en Europa para realizar escénicamente un proceso completamente interior de estados de ánimo, para descomponer y proyectar en la escena los planos y las varias fases de un fluyente y continuo proceso de conciencia. Tentativa que ya otros hicieron en Italia, pero nunca con la violencia, la audacia y la amplitud de ambiciones que aparecen en esta comedia. El drama que los seis personajes llevan dentro de sí y que todavía no han expresado, es típicamente pirandelliano. Las alusiones que llegan hasta nosotros, aunque confusas, quebradas, sin orden como son y como necesariamente deben ser, ya que siguen siendo vida y no arte, son lo más intenso, poderoso y verdaderamente trágico que imaginarse pueda. (Tilgher)
Los diálogos entre los seis personajes y los actores están tan desprovistos de objeto que en ocasiones, y ciertamente contra la intención del autor, toman tonos propios más de una farsa que de una tragedia. (B. Croce)
Muchos de los que asistieron a la primera representación de esta obra, no consiguieron comprender perfectamente y en seguida todo su sentido; pero se dieron cuenta de que aquellos «personajes», que trastornaban el teatro contemporáneo, eran movidos por una poderosa fantasía. Era la revelación, no de un momento característico del arte pirandelliano, sino de una originalidad descarnada e insistente, que desde la novela El difunto Matías Pascal, compuesta en 1904, hasta el tiempo en que se estrenaron los Seis personajes (1921), Pirandello no había abandonado nunca. Su técnica se hizo más audaz que la del. teatro sintético futurista, que daba a las escenas novedades clamorosas. (F. Flora)
Cada una de sus obras, como cada una de sus personas, repugna igualmente al aislamiento: todo el teatro de Pirandello es un único inmenso drama en cien actos. Los suyos no son personajes en el antiguo sentido de la palabra, precisamente porque su tragedia estriba en la inutilidad de su esfuerzo para llegar a ser personajes. (M. Bontempelli)