[Satire]. Las Sátiras del pintor y poeta napolitano Salvator Rosa (1615-1673) son siete: «La Música», «La Poesía», «La Pintura», «La Guerra», «La Envidia», «Babilonia», conocidas ya en tiempos de Rosa, quien las leía a sus amigos, pero que hasta después de su muerte no fueron publicadas en primera edición (Amsterdam, 1695), y «Tirreno», que debía servir de conclusión y que fue publicada tan sólo en el siglo pasado.
A las sátiras se enlaza por el metro (tercetos), por el contenido y la entonación, una composición que se titula «Memorial a la Sacra Congregación», que constituye una apasionada defensa de la obra satírica del pintor poeta y de las intenciones altamente morales que la han inspirado. Dice de sí mismo Rosa: «El verano a la sombra / y el frío invierno junto al fuego / el año me encuentra entre modestos deseos / pintando por gloria y poetizando por juego»; estas sátiras eran invectivas contra los vicios del siglo, sea para reprochar en las tres primeras el gusto corrompido *de los cultivadores y protectores de las tres artes que le eran familiares, bien para desenvolverse en forma dialogada, comentando las desgracias de la guerra, los envidiosos enemigos de su obra y la vida viciosa de la corte romana. «Dicte un justo furor a los cantos la verdad»: ésta es su divisa.
Pero si de la sinceridad de su intento y de su amor hacia el bien no se puede dudar, con excesiva frecuencia se deja llevar por el entusiasmo a declaraciones genéricas o a innúmeras variaciones en torno a los mismos conceptos, y nunca acierta a abandonar su tono característico, siempre tenso, y se pierde en la descripción de cualquier singularidad humana, con lo cual las composiciones resultan monótonas y escasamente poéticas, así como su voluntad de bien no parece apoyada por una adecuada meditación sobre la vida moral. Pero son vivacísimos, considerados en sí mismos, muchos fragmentos, audaz y enérgicamente epigramáticos; es memorable la sátira II sobre la «Poesía», posiblemente la mejor, plasmando en versos que se han hecho célebres las extravagancias del gusto del Barroco; no se pueden negar los conmovedores acentos de la sátira «La Guerra», con los que exalta la revuelta de Masaniello y que hicieron pensar erróneamente en una participación de Salvator Rosa en aquel movimiento del pueblo napolitano.
M. Fubini
Intencionadamente no querríamos ocuparnos de las Rimas y sobre todo de las Sátiras. No son, salvando algunos bellos detalles, más que un conjunto de epigramas nada poéticos en sí, ni las hacen ser poéticas unas efusiones como la sátira, muy poco poéticas. (Tari)
Son seis [sátiras], pero de categoría inferior a muchas otras, no solamente porque les faltan muchas bellezas interiores, sino porque asimismo son bárbaras de lengua y estilo.(Quadrio)
Seamos francos: Salvator Rosa poseyó un ingenio maravilloso, pero no mucho corazón; poseyó más viva y voluble la fantasía, que recto y profundo el sentimiento. Seguramente no era del paño de que se hacen los apóstoles, los rebeldes y los héroes. (Carducci)
Salvator Rosa, a fuerza de toques de trompa, había declarado la guerra a la declamación y la retórica, sin darse cuenta de que también él hacía retórica. (De Sanctis)
El lector tiene exactamente, con frecuencia, esta impresión: que el poeta no sabía por dónde comenzar. Confuso, desorientado, ilógico, salta de una cosa a otra muy distinta, dice y vuelve a decir; el pensamiento parece poco formado y elaborado. Lo que nunca le falta a Rosa es la fogosidad, la violencia y la locuacidad propia de su índole. (B. Croce)