Sansón

La figura de Sansón, por la riqueza de sus motivos y particularmente como expresión de la fuerza que se somete a la perfidia femenil, ejerció en todo tiem­po un notable hechizo sobre poetas y ar­tistas.

*    La obra más grande inspirada en el epi­sodio bíblico de Sansón es la tragedia en cinco actos Sansón Agonista [Samson Agonistas], de John Milton (1608-1674), publi­cada en 1671 con el Paraíso recuperado (v.). Modelado según la tragedia clásica griega y la neoclásica italiana de Trissino (v. Sofonisba), de Speroni (v. Canacea) y otros, la obra de Milton, tomada de los últimos años de la vida de Sansón, contiene elementos autobiográficos expresados con gran nobleza y fuerza poética. Al principio, Sansón, en la cárcel de Gaza, manifiesta su dolor por la situación en que se halla, y el coro hace eco a su desconsuelo mos­trando el contraste entre lo que Sansón fue un día y lo que es ahora. Es después visi­tado por su anciano padre Manoas, que se propone infundirle dudas sobre la justicia de Dios, y le aconseja que negocie con los jefes filisteos para su liberación. Sansón se niega a ello y su dolor se torna más pro­fundo. Dalila, su esposa, pide luego su per­dón e intenta reconciliarse con él, pero se muestra todavía perversa y maligna como antes.

A las insidiosas tentativas de su esposa, Sansón opone la fuerza de su fe, y su dolor adquiere más amarga soledad. Cuando viene a verlo Harafas, hombre de hercúleas proporciones, que lo insulta y se burla de él, Sansón no teme escarnios ni amenazas, mientras el coro comenta lírica­mente la grandeza de alma de quien sabe resistir la brutalidad de los más fuertes. Se presenta un oficial que le ordena hacer ejercicios de fuerza para amenizar una fiesta ofrecida por los filisteos a la divinidad de Dagón. El coro intenta vencer sus vacila­ciones en servir a los idólatras, y Sansón, por fin, obedece, sintiendo en sí como una llamada de Dios, de quien pensaba estar abandonado. Mientras Manoas no descuida su propósito de liberar a Sansón, un men­sajero llega y cuenta que éste, en el punto culminante de la fiesta, ha derribado con su fuerza, todavía enorme, las columnas de la sala, provocando gran ruina y sepultando consigo a los filisteos. Esta tragedia, que sigue fielmente el episodio bíblico, termi­na exaltando aquel triunfo de Dios so­bre sus enemigos.

Esta obra es una de las más perfectas de Milton; la influencia del teatro dramático italiano del Renaci­miento, con la observancia de las tres uni­dades aristotélicas, es evidente en ella; pero, tal vez por este conducto, el poeta ha entendido de modo muy personal y ori­ginal la acción catártica, teorizada por Aris­tóteles, de la tragedia griega: esto es, como purificación de las pasiones suscitadas en el curso de la acción. En Sansón presenti­mos al propio Milton, ciego y solo, en el período más triste de su vida; su Dalila fue originada por su extremado desprecio de la mujer (el poeta tuvo una triste vida conyugal). La división en actos y escenas no es de Milton, sino de algunos editores. Armoniosa fusión de influencias griegas y bíblicas, esta obra representa el más com­pleto y feliz éxito de aquella restauración del teatro de los griegos a que aspiraba el Renacimiento.

E. Allodoli

Nada ha sido escrito tan enteramente al modo de los griegos como Sansón Ago­nista.           (Goethe) No somos en modo alguno insensibles a los méritos de esta obra famosa, a la se­vera dignidad de su estilo, a la sabia y pa­tética solemnidad del discurso introductivo, a la bárbara inusitada melodía que hace tan atractivos los pasajes corales. Pero nuestra opinión, lo confesamos, es que éste nos parece el esfuerzo menos afortunado del genio del poeta. (Macaulay) Tragedia fría y sublime. (Taine) Cuando Milton se quedó ciego, compuso como todos debieran componer, sólo con la voz, y por lo tanto la zampona o la avena de los tiempos primitivos se convirtió en aquel poderoso órgano de muchos tubos cuya rica música resonante tiene toda la magnificencia del verso homérico, y es la única imperecedera herencia de la litera­tura inglesa. (Wilde) Une la vitalidad intensa de la época elisabetiana al culto de la forma propio de la era augustea, y se presenta como una figura colosal que surge a caballo entre dos épocas. (Jusserand)

*    Con el título Samson fue publicada en 1679 la novela bíblica de Philipp von Zesen (1619-1689), y una tragedia, Sansón [Sam­son], del francés Henri Bernstein (n. en 1876) fue estrenada en París en 1910.

*    En música se recuerdan algunos orato­rios: Sansone, de Benedetto Ferrari (1597- 1681); Sansone accecato dai Filistei, de An­tón Francesco Urio (1660-?); Samson, de Georg Friedrich Haendel (1685-1759), 1742; y Sansone, de Francesco Basili (1767-1850).

*    Entre las óperas más notables están las de Christoph Graupner (1683-1764), Hamburgo, 1709; de Jean-Philippe Rameau (1683- 1764), con letra de Voltaire, estrenada en París en 1732; Joseph Joachim Raff (1822- 1882), y Adam Minhejmer (1831-1904).

*    La ópera más notable es el Sansón y Dalila [Samsor. et Dalila], en tres actos, de Camille Saint-Saéns (1835-1921), sobre li­breto de F. Lemaire, estrenada en Weimar el 2 de diciembre de 1877, y en París el 23 de noviembre de 1892. Los hebreos, re­unidos en la plaza de Gaza, escuchan a Sansón, que promete estar próxima la libe­ración. El sátrapa Achimelech, que inter­viene para insultarlo, es muerto, junto con todo su séquito, por el héroe. En Gaza liberada, las mujeres filisteas danzan y Da- lila invita a Sansón a ir a su casa. El se­gundo acto contiene el conocido episodio de la mujer que, obedeciendo a las in­sistencias de un sacerdote filisteo, trata de *      descubrir el secreto del caudillo hebreo; en­gañada dos veces, logra finalmente enterarse de que la fuerza de Sansón está en sus cabellos; sigue luego la traidora tonsura y la irrupción de los esclavos que atan al héroe. El tercer acto está dividido en dos partes. Sansón, cegado, da vueltas a la muela entre la irrisión general. Después, conducido al templo para que todo el pue­blo filisteo lo pueda ver mientras rendirá homenaje a los ídolos, se hace llevar junto a las columnas principales, invoca al Dios de^ Israel pidiéndole, por un momento nada más, su fuerza de antes; sacude las co­lumnas y perece entre las ruinas del tem­plo con todos los filisteos. La crítica ob­serva que la obra de Saint-Saéns es más inteligente que emotiva; el público, en cam­bio, la” aplaude siempre. Es popularísima la melodía de Dalila al final del primer acto, que figura entre las más intensamente ex­presivas escritas por Saint-Saéns: como tam­bién el dueto entre Sansón y Dalila del acto segundo, escena tercera. En realidad esta clara música se adelanta de tal modo a su época que supera a muchas obras aun entre las posteriores a ella. Se podría definir como la «grand ópera» de una ge­neración para la cual Wagner comenzaba a no ser del todo desconocido y, por el contrario, Meyerbeer, Gounod y Thomas comenzaban a serlo demasiado.

E. M. Dufflocq

Saint-Saéns escribió óperas con el ánimo del antiguo sinfonista impenitente; pero la posteridad, ¿hallará en esto la verdadera razón para que le conserve una verdadera admiración? (Debussy)

Sansón y Dalila es, en la música dramá­tica, la obra maestra de un maestro que ya tiene reputación europea… tal vez la ópera más notable que ha producido la escuela francesa en estos últimos veinte años. (Dukas)

*    En 1890 fue representada en París la ópera Sansón de Jean-Baptiste Théodore Weckerlin (1821-1910) compuesta sobre el antiguo texto de Voltaire. Recordemos final­mente las óperas Sansone de Paolo Frontini (n. en 1860), 1882, y de Rudolf Zamrzl (n. en 1869); la cantata Dalila de Emil Fortuné Pessard (1843-1917) y el poema sinfónico Sansón de Rubin Goldmark (n. en 1872), 1913.

*    Varias obras maestras pictóricas ilustran episodios de la vida de Sansón. Entre las más conocidas están los tres lienzos de Rubens: Sansón destroza al león, Sansón y Dalila (Museo de Munich) y Sansón hunde el templo de los filisteos (Florencia, Palazzo Rospigliosi) de Pablo Veronese (Génova, Palazzo Grillo Cattaneo); el Sansón destroza al león de Luca Giordano (Madrid, Prado) y de Giulio Cesare Procaccini (Dresde, Pi­nacoteca). En el Museo de Viena y de Hesse-Cassel hay dos Sansón y Dalila res­pectivamente de Van Dick y de Rembrandt. Son también notables los grabados para la Biblia de Gustavo Doré. Otro cuadro del mismo título de Domenico Morone en el Museo Poldi-Pezzoli de Milán.