[En saga om en saga]. En estas deliciosas páginas autobiográficas, publicadas en 1908, Selma Lagerlóf (1858-1940) cuenta la génesis de La saga de Gósta Berling (v.). La infancia y la primera juventud las había pasado Selma en la finca de su padre en Márbacka; niña endeble y enfermiza hasta el punto que no podía ni jugar ni saltar como los otros niños, y hallaba su mayor placer en entrar en conocimiento, con lecturas y cuentos, de todo lo grande y memorable que había sucedido en el mundo. Cuando fue mayor, marchó a Estocolmo a estudiar. Y en Estocolmo, una mañana de otoño de 1881, aquella muchacha todavía campesina «subía por Malmskillnadsgatan con un paquete de libros bajo el brazo.
Había oído poco antes una lección de historia literaria, que debió tratar de Bell- man o de Runeberg, porque ella, caminando, pensaba en ellos y en las figuras que se animaban en las poesías que escribieron; y se decía que aquellos benévolos guerreros de Runeberg y los despreocupados borrachos de Bellman eran en realidad la mejor materia que un poeta pudiese encontrar. Entonces por su mente cruzó súbitamente esta idea: el mundo en que tú has vivido allá arriba, en el Vármland, no es menos curioso que el de Fredman (v.) o el del alférez Stál (v.). Bastará que aprendas a tratarla y podrás trabajar una materia no inferior a la de aquellos dos. Y así fue como por primera vez puso su mirada en la saga. Y en el mismo instante en que la vio, el terreno comenzó a oscilar bajo sus pies.
La Malmskillnadsgatan, de Hamngatsbakkan hasta la estación de los bomberos, se alzaba hacia el cielo para volver a caer, se alzaba y bajaba. Ella hubo de detenerse un buen rato esperando que la calle volviese a quedar quieta y miraba maravillada a los transeúntes, que seguían su camino tan tranquilos y no advertían el milagro que acababa de suceder. Entonces fue cuando la muchacha decidió escribir la saga de los caballeros del Vármland, y no abandonó más aquella idea. Pero fueron necesarios muchos, muchos años antes de que aquella decisión se realizase». No se realizó hasta el año 1890, cuando Selma Lagerlof envió una serie de capítulos que formaban un todo, a un concurso de la revista «Idun». Obtuvo el premio, y al año siguiente se publicaba en volumen La saga de Gósta Berling. Aquel mismo año recibió el Nobel.
V. Santoli