Novela dialogada o larga comedia en prosa de Alonso Jerónimo de Salas Barbadillo (1581-1635); fue editada por vez primera en los talleres de Juan de la Cuesta, en Madrid, el año 1620, aunque es evidente que fue escrita mucho antes, pues la misma «suma del privilegio» concedido a la obra está fechada en enero de 1614. El argumento es sencillo y gracioso, pero interesa sobre todo por su valor documental y por los preciosos datos que da, de modo caricaturesco y expresivo, para reconstruir el ambiente y las situaciones de la corte en su época.
Diríase que los personajes de la obra son, con frecuencia, arquetipos estilizados de aquellos otros que realmente existieron en la historia; cosa nada imposible dadas las características de Salas Barbadillo, que frecuentemente satirizó e hizo blanco de sus burlas a sus contemporáneos. El sagaz Estado hace referencia a la costumbre que las cortesanas tuvieron de contraer matrimonio con un esposo que encubriera su oficio, gravemente penada por la ley. Naturalmente, la elección de marido no era fácil en estas circunstancias, dadas las excepcionales cualidades que debía reunir el pretendiente. De esta situación, ya cómica, Salas Barbadillo sabe sacar gran partido para satirizar a diversos tipos de la corte que aspiran a la mano de la bella Marcela: el médico, el soldado jugador, el mercader, el avaro, el indiano… La acción se desarrolla en torno al examen que Marcela hace de todos ellos para ver cuál es el que mejor puede adaptarse a sus necesidades y a la par ser menos exigente.
Estacio parece ser el indicado; todo en sus maneras le presenta como el más discreto y dispuesto de los maridos e incluso ingresa, el mismo día de la boda, en la cofradía de los «pacientes», recibiendo la investidura del «protopaciente» Diego Moreno y cambiando su nombre por el de «Cordero». Pero, después de realizada la boda, Estacio descubre su verdadera actitud y demuestra cómo todo ello ha respondido a la promesa que un día hizo de sacar a una mujer del vicio; Marcela queda con ello burlada, pero a la vez, según se deja entrever, redimida. De este modo, la novela, que tenía cierto aire desenfadado, concluye con una enseñanza ejemplar. Sátira e historia, imaginación y realidad, en dosificadas proporciones, confluyen en la obra reviviendo el ambiente picaresco de la corte con gran verismo y humor, y mostrando la exquisita habilidad del autor en el dominio del lenguaje.
A. Pacheco