[La Russie et l´Église universelle]. Obra del filósofo ruso Vladimir Soloviev (Vladimir Sergeevic Solov’es, 1853-1900), escrita en francés y publicada en París el año 1899. Constituye una obra vastísima en siete volúmenes que no pudo ser publicada en Rusia porque el primer volumen fue prohibido por la censura, desde 1887.
El autor, a través de una agudísima exposición crítica del estado deplorable de la Iglesia rusa — a la que combate por su régimen político y administrativo — expone un plan completo de reforma, sin limitarse a tratar sobre las relaciones entre la autoridad religiosa y la civil en Rusia, sino también de las relaciones entre la Iglesia rusa con el mundo occidental y la Iglesia Católica Romana. De este modo consigue estructurar mediante argumentaciones historicofilosóficas y teológicas, una de las más hermosas apologías del catolicismo que se conocen. Afirma la necesidad, para la Iglesia rusa, de estar unida a un centro puramente religioso y verdaderamente universal: el Papado, en el que reconoce el primado apostólico y la supremacía fundada en un derecho divino. Sobre esta supremacía él basa su plan de unificación de las Iglesias, señalando como condición indispensable del progreso social, la íntima alianza, la unión orgánica sin confusión y sin división de los dos poderes: el civil y el religioso.
El libro aspira asimismo a determinar el modo en que Rusia podría responder al imperativo de este ideal. La obra se divide en tres partes: en la primera, de carácter crítico y polémico, el autor pretende mostrar lo que faltaba a la Rusia de su tiempo para cumplir esta misión teocrática; en la segunda expone teológica e históricamente las bases de la unidad universal establecida por Cristo (la Monarquía eclesiástica); la tercera está consagrada a la aplicación del principio Trinitario, en el que el autor destaca la idea de la unidad activa, que llama «unidad plural». Se propone así fusionar la idea de la Teocracia (trinidad social) con la idea teosófica (Trinidad Divina) haciendo que florezca aquella concordancia de todas las ciencias y de todas las fuerzas humanas y sobrenaturales, de que son capaces el matemático, el metafísico y el místico. Decidido a unificar para vivificar, Soloviev tiende, de esta forma, a hacer converger hacia el triunfo del Evangelio, y bajo la guía del Pontífice, el Occidente, que la revolución quiere separar de Roma, y el Oriente, que el cisma separó ya.
V. Lupi