[Reigen]. Diez diálogos de Arthur Schnitzler (1869-1931), escritos en el invierno de 1896-1897 y publicados en 1900. Schnitzler, que ya en Un amorío (v.) había ensayado con buen éxito el drama teatral, vuelve aquí a la forma dialogada, ya seguida en su Anatol (v.) e imitada por los franceses, especialmente por Lavedan y Barriere. El tema de los diez diálogos son los momentos que preceden y siguen al acto del amor (lo que los franceses llamaron «avant et aprés»), estudiados aquí en diez parejas diferentes.
Tema muy atrevido, que descubre y pone al desnudo todo lo que los hombres desean ocultar con un velo de discreción. Sin embargo, el autor supo evitar todo rastro de voluptuosa lascivia; mejor dicho, supo poner una señorial delicadeza al servicio del escabroso argumento. La picante idea del ciclo consiste en el hecho de que el acto del amor, partiendo de una cortesana, vuelve a ella misma después de recorrer todos los estadios sociales. Así el anillo se cierra, después de habernos revelado a través de las personas de cultura y vida más distinta todos los matices del llamado amor, todos los modos de reaccionar ante el mismo hecho primitivo: desde el impulso grosero de la persona ineducada, al «ars amandi» refinado del aristócrata decadente. La cortesana y el soldado; el soldado y la camarera; la camarera y el señorito; el señorito y la joven señora; la joven señora y su marido; el marido y la muchacha pequeño-burguesa (la «süsse Mádel» de Amorío); la pequeño-burguesa y el poeta; el poeta y la actriz; la actriz y el conde; el conde y la cortesana: diez situaciones, diez tipos dibujados con mano segura y hábil. La obra no carece de una moraleja, ya que a través de la salvaje bacanal de los sentidos circula, en tono menor, cierta inconfesada melancolía, un tormentoso descontento, que ora se manifiesta con una sátira mordaz y una maligna ironía, ora llega a matices de dolor osa humanidad.
Así, a través de la máscara del comediógrafo despreocupado se transparenta el observador pensativo; y es esto que explica por qué la Rueda ha podido parecer a más de un crítico una moderna contrapartida de los Diálogos de las Cortesanas (v.) de Luciano. También este juicio es la expresión de aquella particular atmósfera vienesa, de la que brotaron los diez diálogos.
B. Allason