Al emperador Federico II de Suabia (1194-1250) son atribuidas tres canciones: «Poi che ti piace, Amore», «Dolze meo drudo, e vaténe» y «Oi lasso, non pensai»; una cuarta canción, «De la mia desianza», es probablemente de Federico, rey de Antioquía (1129-1258).
La importancia de Federico en la historia de la poesía italiana no deriva de los escasos versos que se conservan de él, sino de la función de llamada y de irradiación cultural y literaria que ejerció su persona, así como su corte. El movimiento inicial de la poesía italiana, con un término impreciso, pero que es posterior a Dante, llamado escuela siciliana, tiene como punto de atracción la corte de Federico II. Teniendo este dato en cuenta, se debe situar, leer y gustar su poesía. La canción «Poi che ti piace, Amore» es una continua variación de galanterías y ceremoniosas delicadezas trovadorescas: el lenguaje es desigual en su terminología, pero la combinación es blanda y suelta, así como en ciertos momentos es graciosamente desenvuelto el movimiento melódico. La canción «Oi lasso, non pensai» canta el dolor del amante por la partida de su dama; pero el período rítmico aparece todavía cohibido, y el lenguaje más desigual.
Más fundida en su gracia melódica y sentimental es, en cambio, la tercera canción, «Dolze meo drudo, e vaténe», que reproduce el último coloquio de la dama y el amante, que marcha a Toscana: el amante se expresa en términos de artificiosa elegancia, mientras la mujer habla el sencillo pero eficaz lenguaje del amor y del lamento. Falta, sin embargo, a la poesía de Federico, como en general a la de los otros poetas de la escuela siciliana, aquella individualidad bien definida capaz de distinguirla netamente; de aquí se desprende también, ante la incertidumbre y contradicción de las atribuciones dadas por los diversos códices, el incesante desacuerdo de los críticos respecto a la atribución definitiva de estas poesías.
D. Mattalía
En vano se buscan en los cantos de Federico, de Enzo, de Manfredo y de Pier della Vigna las preocupaciones o las agitaciones de su vida: solamente se encuentra un mismo código de amor con las mismas generalidades. (De Sanctis)