[Rhythmas]. Toda la obra lírica de Luis de Camoes (15249-1580), excepto tres o cuatro composiciones, fue recogida y publicada después de la muerte del poeta.
A falta de manuscrito autógrafo, la primera edición (la de Lisboa, de 1595, y otra del mismo lugar, de 1598) recogió sus materiales de algunos manuscritos de poesía contemporánea, no siempre correctamente elegidos ni exactos en la atribución; ello trajo consigo que hasta nuestros días fueran asignadas a Camoes piezas que pertenecían a otros autores. Los editores posteriores añadieron a la falta de espíritu crítico la arbitrariedad más insensata, llegando hasta a atribuir a dicho escritor cualquier composición de aquel tiempo que pareciese digna de su pluma, y no sólo poemas anónimos, sino otros de autor conocido. Poco a poco, una treintena o más de literatos del siglo XVI fueron expoliados, con tal de constituir un abundante, cuanto ilegítimo, patrimonio lírico al cantor de los Lusiadas (v.). En este conglomerado, dos insignes investigadores modernos, Wilhelm Storck y Carolina Michaélis de Vasconcellos, llegaron finalmente a realizar un trabajo de expurgación; su trabajo ha sido aprovechado en la edición crítica de José Maria Rodrigues y Alfonso Lopes Viveira (Lírica de Camoes, Coimbra, 1932), la cual hay que considerar, empero, con alguna reserva, especialmente*en lo que concierne a las lecciones, y sin descuidar otra más reciente, realizada con prudencia y juicioso criterio por Hernani Cidade (Luis de Camoes, Obras Completas, Lisboa, 1946-47, vol. I-II).
Las rimas de Camoes son sucesivamente de amor, melancolía y lamentación, de encomio, de reflexiones morales, satíricas y burlescas, descriptivas, de asunto religioso y mitológico, histórico o fantástico. Su efectiva relación con las vicisitudes reales del autor, que nos son casi totalmente desconocidas, queda, en general, oscurísima; por ello, las tentativas realizadas por algunos, decididos a fundarlas en hechos concretos, o convertir en documento autobiográfico el lenguaje poético de Camoes, han motivado tan sólo novelerías fantásticas y nada comprobables; la última en el tiempo es la que pretende hallar en una arriesgada e infeliz pasión por la princesa María, hija del rey Manuel I de Portugal, la clave de una parte esencial de la lírica del poeta. Salvo escasas excepciones, la imposibilidad de una ordenación cronológica, aunque sólo sea aproximada o relativa, justifica la habitual ordenación de los textos según su género (redondillas, sonetos, églogas, odas, sextinas, octavas, elegías y canciones); y no siéndonos dado seguir rigurosamente en el tiempo la actividad del poeta, para estudiar la existencia de una línea de evolución o de una serie de fases, la única distinción crítica plausible parece ser la existente entre las redondillas (los metros de verso breve, de la tradición ibérica postrovadoresca) por una parte y, por otra, las formas artísticas más aristocráticas que se introdujeron en España con el humanismo y el petrarquismo (sonetos, canciones, etc.).
En efecto, a los metros tradicionales suma Camoes temas y motivos también tradicionales (por ejemplo, los ojos verdes de la joven que en la fuente se duele de la ausencia del amado, la discreción exigida al amante) y aquella absoluta castidad de expresión que es característica de la antigua poesía amorosa, española y portuguesa, y de la que Camoes se aleja, dando rienda suelta a la sensualidad, aunque sólo en la parte italianizante de su cancionero. Pero dicha distinción entre las dos corrientes, culturales y técnicas, que pueden apreciarse en la producción de Camoes, no pretende establecer dos períodos antitéticos, caracterizado cada uno por un gusto distinto; si es lícito suponer que el aprendizaje del principiante se hiciera sobre los modelos de los cancioneros, sigue siendo cierto que Camoes no volvió nunca la espalda a los esquemas tradicionales, cultivándolos durante toda su vida en alternancia con los del clasicismo italiano; no hay razón para juzgar distintamente al poeta de las redondillas del poeta de los restantes géneros. Parecida respuesta puede darse a la cuestión, planteada a menudo y resuelta ora en un sentido ora en otro, sobre si en Camoes lo épico prevalece sobre lo lírico, o viceversa. En realidad, Lusiadas y Cancionero, por encima de las formas extrínsecas, muestran un mismo carácter y las mismas deficiencias. Aquí como allá, la fantasía poética es débil, por lo que apenas se encuentra una sola poesía que sea toda ella de metal igualmente fino, así como raras veces se encuentra en el poema una octava íntegramente bella.
En un caso como en otro, Camoes es un manierista ecléctico, es decir, un artífice empeñado en engastar en sus propios versos las bellezas que extrae de los modelos (Virgilio, Ovidio, Horacio, Petrarca, Bembo, Bernardo, Tasso, Poliziano, Garcilaso y Ariosto); manierismo que utilizando elementos pasionales (como el descontento de sí mismo y de su estado, el pensar en la muerte e invocarla, los accesos de pesimismo, la morosa contemplación de su propia melancolía) de calidad escenográfica o melodramática más que trágica, y por el esfuerzo, también totalmente cerebral, de tender al máximo el arco (medieval y petrarquesco) del conceptismo, situó a Camoes cerca del barroco, mucho más que otros escritores contemporáneos y también posteriores. A él (y en este caso se trata del barroco mejor) le aproxima también aquel sentido del color y de la naturaleza que anima sus rasgos idílicos; en ellos, como en las efusiones nostálgicas y en el romántico meditar de su grave conciencia, se apoyan las manifestaciones poéticas del Cancionero de Camóes. [Existe una versión antológica de Lamberto Gil con el título de Poesías selectas (Madrid, 1914)].
S. Pellegrini
Como lírico, Camoes tomó aquella materia poética cíclica que venía de Petrarca y del neoplatonismo: el amor puramente espiritual, la belleza casta, idealista, las contradicciones del corazón, y la trató con profundidad insuperable, juntando la fuerte vibración de sinceras emociones, con la forma más plástica, más inspirada. Sus sonetos, sus canciones forman una verdadera enciclopedia del amor platónico, de la más pura elevación estética. El soneto de Camoes tiene un sello inconfundible, y su imitación tentó a los mejores espíritus posteriores… Dotado de un excepcional poder de introspección y poniendo en juego constantemente un mundo revuelto de sentimientos e ideas, Camoes sabe discernir la enmarañada red de su mundo interior, la descompone y da expresión literaria a cada parte, a cada pieza y a cada hilo; sabe traducir en lenguaje poético todo aquel vasto mundo de fenómenos psíquicos que los filósofos se ocupaban entonces de analizar y designar en su incipiente terminología… A la claridad, precisión y armonía de la forma, correspondía un fondo de ideas también claro, preciso y elegante, de esa elegancia de pensamiento de que Camoes fue uno de los inauguradores en el mundo… Expresar un tal refinamiento de abstracción, tornándolo no solamente inteligible, sino bello, de una emoción intensa y profunda, y darnos alas para ascender y cernerse en esa región luminosa, es hacer lirismo genial. (F. de Figueiredo)
Por su gracia y su melancolía, por su amor a la naturaleza, su apasionada devoción, su perseverancia y resistencia, su espíritu de independencia y su orgullo sensitivo, por su don de lirismo y poder expresivo, su valor y ardiente patriotismo, Camoes es la personificación y el modelo ideal de la nación portuguesa. (Aubrey F. G. Bell)