Promethidion, Cyprian Kamil Norwid

Obra poética del escri­tor polaco Cyprian Kamil Norwid (1821-1883), publicada en 1851 en París, donde el poeta vivió desterrado después de la insu­rrección de 1831. Es un libro de filosofía estética compuesto de una introducción y dos diálogos en verso, más un epílogo en prosa. El primero de los diálogos, titulado «Bogumil», que es el más importante, con­tiene lo esencial del pensamiento de Norwid. Partiendo de una discusión sobre la mú­sica de Chopin, los personajes del diálogo se remontan a hablar del arte en general. Bogumil, que expresa las ideas del poeta, subraya el carácter intelectual del arte, manifestación consciente de una pura vo­luntad del espíritu. Y explica la importan­cia artística de la producción popular por los acentos profundos que se encuentran en los espíritus escogidos, aun cuando no estén cultivados. El trabajo, a través del amor y la belleza, su forma intrínseca, lleva el hombre al arte. Éste es una penitencia que conduce a recuperar el estado de gracia.

El amor sublima la penitencia, convierte el trabajo en fructuoso y creador, eleva al hombre y la nación. La busca de la belleza debería estar siempre presente hasta en los actos más sencillos de la vida cotidiana, dice el autor, anticipando así la idea de una esté­tica cotidiana, propugnada más tarde por Ruskin. El amor hacia la tierra natal debe­ría tomar forma en los elementos locales de la arquitectura, y el hecho de que en Polonia no se hubiera creado todavía un tipo nacio­nal de artes plásticas sirve para demostrar cuán imperfecto era el amor patrio en aquel pueblo. A través de esta manifestación na­cional el pueblo debe alcanzar el arte, que es la forma más sagrada del trabajo, la expresión más humilde de la oración. En el segundo diálogo, titulado «Wieslaw», Norwid habla de la influencia de la verdad y de la opinión pública sobre las obras de arte.

En el epílogo el poeta insiste en el concepto de una participación artística del pueblo. El arte debe pasar del pueblo a la humanidad: es el camino seguido por Cho­pin. Y Norwid termina reprochando la dis­tancia que separa el pueblo de la clase intelectual; el trabajo y el arte deberían unirlos. El autor, que había dado al Pro­meteo (v.) de Esquilo el carácter de ex­piación y producción creadora, en su Promethidion ha escogido la forma del diálogo griego como la más apropiada para inculcar en el lector su teoría sobre la im­portancia del arte. Exigía al lector una colaboración intelectual, y, absorto en su visión interior, encierra su riqueza de ideas en una extrema concisión y en una elabo­rada búsqueda de la expresión. Sin em­bargo, este trabajo interno no disminuye el valor de la forma, expresada modernamente con la elaboración de rimas nuevas, raras acentuaciones de palabras y persona­les invenciones de abreviaturas y símbolos.

W. De Andreis