Poesías, Simón Jenko

[Pesmi]. Publicado en 1865, el libro reveló en Simón Jenko (1835-1869) uno de los mayores poetas es­lovenos de la época que siguió a France Prešeren (1800-1849). Las tristes vicisitudes de su vida y su propio temperamento dieron a la mayoría de las poesías un tono profundamente pesimista.

Algunas de ellas están inspiradas en sentimientos patrióti­cos, como «Adelante» [«Naprej»], himno nacional de los eslovenos; «Historia eslo­vena» [«Slovenska zgodovina»], «Samos», «Nuestras montañas» [«Naše gore»]. Otras cantan el amor en todos sus aspectos, desde la melancolía hasta la alegría, desde la patética imploración al sarcasmo o el des­precio. Es notable, por la profundidad del sentimiento que lo anima, el ciclo de las «Canciones del despertar» [«Obujenke»], diez poesías de maravillosa armonía; ori­ginales en la concepción y perfectos en la forma son los veinte «Cuadros» [«Obrazi»] nacidos de la comunión del poeta con la naturaleza, mientras las poesías meditativas reflejan la tristeza de sus experiencias ín­timas.

En «Triple mal» [«Trojno gorje»] el poeta se compadece de quien se ve obli­gado a emplear su tiempo y su trabajo para gentes que no le comprenden, y en la poesía «Desesperación» [«V brezupnosti»] encamina su alma hacia los viriles consue­los del estoicismo. En otra parte del libro, Jenko elabora en forma de balada algunos motivos liricoépicos, como «El tesoro» [«Zaklad»], leyenda de los feligreses que en­cuentran un tesoro y prometen la mitad a María para que les conceda ayuda en sus fatigas, pero una vez en posesión del te­soro inventan artimañas para no cumplir el voto y se ven castigados con la pérdida de todas sus riquezas; el «Yerno del Prín­cipe» [«Knezov zet»], historia de un prín­cipe que mata a un jardinero enamorado de su hija para que no sea su yerno, pero inútilmente, pues la princesa sigue la voz del muerto que la invita a reunirse con él en el río.

Motivos populares similares ins­piraron también los «Espíritus del mar» [«Morski duhovi»] y «El huésped nupcial no invitado» («Nevabljeni svat»]. La for­ma de la canción popular recibe de Simón Jenko una elaboración especial y adquiere exactitud y concisión extraordinarias. La belleza, la sonoridad, la eficacia de su arte individualísimo fueron muy imitadas, pero nunca igualadas.

A. Budal