Poesías Francisco de Aldana

Las poesías del ca­pitán Francisco de Aldana (muerto en 1578) fueron recogidas y editadas por su hermano Cosme en 1591, quien las dedicó al rey Fe­lipe II, a cuyo servicio estuvo el capitán Francisco de Aldana. Encabeza la recopila­ción una serie de sonetos glosando la per­sona y la muerte del poeta, debidos a las plumas de Cosme de Aldana, de Pedro Frías y de Antonio Pérez.

Comenzando la obra propia de Francisco de Aldana, están unas octavas dirigidas al rey Don Felipe, presen­tándole como paladín de la Iglesia y pode­roso señor del mundo, con marcialidad y patriótico orgullo: «Despierte la española lozanía…» Siguen luego siete octavas dedi­cadas a Dios Nuestro Señor, distribuidas del modo siguiente: Antes que se encarnase, Muerte, Resurrección y Ascensión. Son más breves y fluidas que las anteriores. Deno­mina al Señor «Divino Prometeo». Tras unos sonetos de tema sacro, se encuentra una «carta del mismo capitán Francisco de Al­dana para Arias Montano, sobre la contem­plación y los requisitos della», a lo largo de la cual aparecen datos autobiográficos: «Oficio militar, profeso y hago, baxa con­denación de mi ventura».

A continuación una larga serie de sonetos anecdóticos y galantes: «Por un bofetón dado a una da­ma», «Marte en aspecto de Cáncer», «Del mismo capitán siendo herido de un mos­quetazo en un pie, sobre Arlen». Varias car­tas y respuestas, octavas al Duque de Alba, y la composición más extensa «La fábula de Faetonte». Su trama es como sigue: Fae­tón, hijo de Apolo y de Climene, crece junto con otros niños, a los que sobrepasa en destreza y valor. En cierta ocasión un com­pañero pone en duda su filiación con res­pecto a Febo. Atormentado y herido en su amor propio va Faetón en busca de su pa­dre. Éste le ofrece una prueba; Faetón pide conducir el carro del disco solar a través de los espacios, lo cual es imposible para un simple mortal.

Apolo advierte a Faetón del peligro total a que se expone, pero for­zado por su promesa de probar el amor verdadero hacia su hijo consiente a los de­seos de Faetón. Éste se pone a conducir el disco solar, provocando ..tales desastres, que al fin es fulminado por Júpiter. El dolorido padre clama contra el dueño del Olimpo recordando la fidelidad en el cumplimiento de su misión, desde que quedara destruido el antiguo Caos. Y así mientras Apolo «des­deña el cielo, el carro, los caballos», acaba bruscamente esta fábula. Pues al parecer se han perdido los últimos versos. Final­mente tiene cierto interés la carta dirigida a un amigo a quien llama Galanio, nom­brándose él a su vez «Aldino, nombre pas­toril», y que acaricia con delicadeza el tema del amor.

R. Jordana