Poema de Juana de Arco, Cristina de Pizan

[Le Dittié de Jeanne d’Arc] La vida maravillosa de la virgen de Orleáns, que Francia ha consagrado como símbolo de la «patrie», además de una larga serie de obras histó­ricas ha inspirado también una serie ininte­rrumpida de obras de arte que llega hasta nuestros días.

Su leyenda empieza ya en vida, uno -de cuyos primeros documentos literarios fue el de Cristina de Pizan, francesa nacida en Venecia en 1363, muerta entre el 1431 y el 1440 en Francia. El poema exalta la restauración de Francia, trata de la ruina de las discordias civiles y levanta un himno en loor de la virgen de Orleáns. «La Pucelle de Dieu ordonnée» es presentada como la liberadora de la tierra francesa; pero también como símbolo de aquella heroica feminidad cuyas virtudes la autora defendió y ensalzó sin tregua en muchas de sus obras en el momento en que la decadencia del espíritu caballeresco convertía en ridículo el amor cortés por la mujer. Con versos descuidados, prolijos, a menudo prosaicos — los únicos contempo­ráneos de Juana que han quedado —, pero no privados de cierta gracia y fuerza viriles debidas tal vez al origen italiano de la autora, el poema revela la influencia de Eustache Deschamps, y atestigua la deca­dencia poética de aquella época de transi­ción.

En sus 67 estrofas, el pequeño poema, terminado el 31 de julio de 1429, después de la coronación de Carlos VII, rey de Francia, refleja la particularísima situación de aquel momento — el rey, dueño ya de Château-Thierry, cerca de las puertas de París, donde podría entrar sin encontrar resistencia — e inspira a la inquietud de Christina muchas profecías comprensibles tan sólo si se refieren a los acontecimientos. Ésta exhorta a Carlos VII a la paz, compara a Juana con otras mujeres salvadoras de su pueblo en misión divina, se congratula iró­nicamente por la derrota de los ingleses, describe la coronación del rey y exhorta a París a la rendición, acabando con la indicación precisa de la fecha y con una alusión a la avanzada edad de la autora.

A. M. Speckel