[Pinto, ou ha journée d’une conspiration]. Comedia histórica en cinco actos y en prosa de Louis-Jean-Népomucéne Lemercier (1771-1840), representada por vez primera en 1799. Se trata de la conjura que determinó en 1640 la caída de la dominación española en Portugal y la elevación al trono de la casa de Braganza; pero la comedia, como es natural, descuida el aspecto histórico del acontecimiento y su sangrienta y dramática realización, para concentrarse sobre el juego variado de los caracteres y de los intereses individuales que constituyen su oculta preparación.
Nos presenta, al lado de un duque de Braganza noble y valeroso, pero más amante de la. vida tranquila que de las intrigas políticas, una virtuosa mujer bastante más sensible que él a los estímulos del patriotismo y de la gloria; a su alrededor se mueven los conjurados, uno ambiguo y violento, otro ávido, alguno imprudente, sin que falte el miedoso y desleal; el franciscano Santorello, que entre ellos representa la religión, no es más que un intrigante mediocre, y su jefe militar, Fa- bricio, tiene tan poca inteligencia, que hace peligrosa su acción apenas sale del círculo de su actividad profesional. Pero la verdadera médula de toda la conjuración está constituida por un humilde personaje, Pinto Rebeiro, un hombre que ama más la virtud que al oro, y tal vez a la gloria más que a la virtud.
Es el único entre todos ellos que sabe lo que quiere y que utiliza el mediocre material que se le ofrece para edificar la libertad de un pueblo. Infatigable, a todo provee, concilia las discordias, excita a los lentos, anima a los miedosos y remueve los obstáculos que la casualidad hace surgir ante la empresa, e incluso pone al servicio de sus designios las intrigas amorosas y los más tristes recursos de la comedia, tales como la sustitución de las personas. Esta figura, sobre la que se apoya toda la originalidad de la comedia, nos demuestra en parte el contraste íntimo entre la importancia de los hechos y la mezquindad de los hombres, contraste que, sin quererlo y sin acentuarlo con intenciones satíricas, deja perplejo e insatisfecho al espectador. Con ésta, que fue una de las más felices entre las diversas tentativas debidas al inquieto deseo de novedades dramáticas del autor, comienza en Francia la comedia histórica, y se da un paso importante en aquella evolución del gusto y de las formas, que llevará a la creación del drama romántico.
E. C. Valla