Pensamiento y Conocimiento, Filippo Masci

[Pen­siero e conoscenza]. Obra filosófica de Filippo Masci (1844-1923), publicada en 1922. Es la obra de un fiel kantiano que ve la doc­trina del conocimiento a través del prisma del criticismo y que resume, en la crítica del maestro, lo mejor de la especulación posterior.

El conocimiento tiene lugar pa­sando de la sensación y percepción a la re­presentación y pensamiento lógico. El autor reconoce este último como un proceso de diferenciación, es decir, de análisis de los datos sensibles, y de asimilación, es decir, de síntesis de lo vario. Ello se expresa en el «concepto» que fija con el lenguaje, en una representación definitiva, los elemen­tos esenciales, es decir, las notas diferen­ciales de las representaciones y asume los caracteres de la universalidad y necesidad. El orden que asumen las percepciones en el pensamiento lógico es el de la «simultaneidad», que condiciona los hechos, o el de la «sucesión», que condiciona las accio­nes. El pensamiento puede asumir la forma de la sucesión (en el juicio) o de la simul­taneidad (en el concepto).

Todo juicio com­prende dos elementos: materia y forma, y es como quiere Kant una síntesis a priori. También Masci niega el conocimiento fuera de la experiencia y por tanto excluye tanto el método metafisico-ontològico, que concluye en el concepto de la existencia, como el método metafísico-lógico, que quiere cons­truir la realidad a priori. La realidad es, por el conocimiento, al principio un complejo de sensaciones y percepciones, luego una serie de conceptos y leyes: en la primera fase (sintética) el pensamiento forma el libro de la naturaleza; en la segunda (analítica), lee este libro.

Las condiciones del conocimiento son la unidad de la conciencia y el esquematismo. Sobre algunos puntos no está conforme el autor con Kant; así cree «en la formación coetánea del hecho y de la forma intuitiva, y de la intuición y de la categoría»; además, para él el relativismo subjetivo ha de rechazarse, porque reduce la realidad conocida a fenómeno, mientras que se hace insostenible la incognoscibilidad de las cosas en sí mismas. Considerando que es tarea de la filosofía no sólo el estudio de la actividad gnoseológica, sino también la existencia concreta y las actividades de la vida del espíritu de las que se ocupa la filosofía de los valores, el autor distingue cuatro grupos de categorías formales : la «unidad» y la «multiplicidad», que represen­tan la exigencia del pensamiento especula­tivo de ver lo uno en lo múltiple y lo múltiple en lo uno; la-«identidad» y la «di­ferencia» que representan las categorías de relación; el «límite», la «oposición», la «ne­gación» y por fin la «posibilidad», la «reali­dad», la «necesidad» o categorías modales.

Sigue el segundo orden de categorías, las reales, que penetran en la realidad: la pri­mera entre ellas es el «número», es decir, la función intelectual de concebir la reali­dad; después la «sustancia» y la «causa» que integran la experiencia. Sin embargo, el pensamiento que contempla el mundo no se para en el conocimiento sustancial y causal; este último, de causa en causa, lo empuja al infinito: de. aquí la exigencia de una vi­sión finalista total de la realidad. También estas categorías reales sirven en cierto sen­tido al conocimiento. Sin embargo, el pen­samiento no se limita a «conocer», sino que también «valora» la realidad, y en esta fun­ción se sirve de las categorías ideales. El libro termina con una interesante presenta­ción de las distintas filosofías de los valores. Con ello la filosofía supera toda ciencia, puesto que llega a ser ciencia normativa.

A. Bertolini