Novelas a Marcia Leonarda, Lope de Vega

Son los relatos que Lope de Vega (1562-1635) escribió a instancias de Marcia Leonarda, es decir, de Marta de Nevares, el último y gran amor del dramaturgo español.

Su autor las llamó «novelas» a imitación de las Novelas ejemplares (v.) de Cervantes, expresamente mencionado en la dedicatoria del primer relato, pero por su forma epis­tolar se ha encontrado un modelo en las Epístolas familiares (v.) de fray Antonio de Guevara, también recordadas por Lope.

El orden de las cuatro novelas es el si­guiente; «Las fortunas de Diana», «La des­dicha por la honra», «La prudente vengan­za» y «Guzmán el Bravo». La primera fue publicada, junto con el poema La Filome­na, en 1621; las otras tres con Circe (v.), en 1624.

Con su variedad reflejan los di­versos aspectos de la personalidad artís­tica de Lope: el gusto por lo novelesco, pastoril y barroco, manifestado ya en la Arcadia (v.) y en el Peregrino en su patria (v.), y el amor por las situaciones apasio­nadas y por lo pintoresco historicofolklórico característico de su teatro.

«Las fortunas de Diana» narra los azares de una noble doncella de este nombre, que habiendo cedido al amor de un joven pobre, para li­brarse del desdoro irreparable decide huir con su Celio. Por un fatal error, la noche de su fuga le roban sus joyas y, creyén­dose traicionada por su amante, vaga per­dida y desesperada por el bosque, donde es socorrida por una pareja de pastores. A éstos, llegado el momento, confía el hijo que nace y entonces, disfrazada de hom­bre, parte a la aventura.

Se hace primero pastor, amado de las mujeres por la dul­zura de su canto, se convierte luego en camarero de un duque y, consiguiendo el favor del rey, es enviada como gobernador y virrey a Cartagena de Indias. Allí en­cuentra a Celio que, después de haberla buscado por toda España, se ha embarca­do hacia las Indias; lanzado por una tem­pestad a Cartagena, allí ha reconocido mediante un anillo al ladrón de Diana, le mata y acaba en la cárcel.

Diana, sin darse a conocer, le libera y, presentándose ante el rey con su amante, le explica su secreto y todo termina en felices bodas. En «La desdicha por la honra», el joven español Felisardo, llegado a Italia, conquista el amor de Silvia y el favor del virrey de Sicilia. Pero al expulsar a los moriscos de España, descubre que también él es de origen árabe, abandona la Corte y a su amante y se dirige a Constantinopla con la intención de redimir su sangre con al­guna empresa honrosa que favorezca al rey de España.

Con el nombre de Silvio Pachá se convierte en uno de los mejores capitanes del sultán y emprende muchas correrías por tierras cristianas, en una de las cuales vuelve a encontrar a Silvia y a su hijo. Piensa al fin en raptar a la sul­tana, la famosa española doña María, pero en el momento de zarpar se desencadena una tempestad que le obliga a volver a puerto. La fuga es descubierta y al desgraciado no le queda otro recurso que mo­rir en el combate, proclamando su fe de cristiano.

En «La prudente venganza» se destaca, de la intrincada trama novelesca, una situación dramática individualizada con el arte límpido de las mejores comedias de Lope. El joven Lisardo, después de un ga­lanteo apasionado, consigue la mano de la hermosa Laura. Pero la víspera de las bo­das, para defender a un amigo, comete un homicidio y se ve obligado a huir a Mé­xico.

Pasados dos años, los padres de Lau­ra, para librar a su hija de la melancolía de la espera, por medio de una carta falsa le hacen creer que Lisardo se ha casado con otra mujer y la obligan a casarse con el rico Marcelo. Al poco tiempo, Lisardo vuelve a Sevilla, y el amor se enciende de nuevo en el corazón de ambos jóvenes que, favorecidos por una esclava, se convierten en amantes. Mas por traición de un esclavo, Lisardo es sorprendido por el marido en­gañado.

Éste disimula sus sentimientos y, evitando todo escándalo, prepara la «más prudente venganza»; en silencio arma la mano de un esclavo contra Laura, envenena a la esclava infiel y, uno después de otro, suprime a todos los que conocen su des­honra. Por fin, pasados dos años de pa­ciente espera, sorprende a Lisardo y le ahoga en el río donde buscaba alivio a los calores de una noche de estío.

La última novela funde el elemento heroico de las gestas genealógicas con el colorido del folk­lore morisco favorito de la tradición espa­ñola. El joven don Félix, de la ilustre casa de los Guzmán, debido a las malas artes de una mujer, Felicia, cuyos amores ha rehusado, mata a su mejor amigo. Marcha entonces a la guerra contra el turco con don Juan de Austria y en la batalla de Le- panto se cubre de gloria y de heridas, ga­nándose el sobrenombre de «Bravo».

Pasa entonces a Flandes, donde confirma su va­lor. Mientras se dirige a Malta junto con su fiel paje Mendoza para ser investido del hábito de los Caballeros, es lanzado por una tempestad a tierras de los moros, y ambos son vendidos como esclavos al judío David.

La hija de éste se enamora de Men­doza que, puesto en un aprieto, confiesa a don Félix que no puede satisfacer la vo­luntad de la hermosa Susana: es nada me­nos que Felicia, disfrazada de hombre para poder seguir a su amor. Guzmán, para defender a su dueño, mata a un arrogante moro; el rey de Túnez, admirado de su fuerza, lo salva de la muerte y, al conocer su alto linaje y su valor, le nombra su campeón en un duelo en el que habrá de disputar a un rival el amor de una hermosa princesa.

Guzmán, solo, mata a los cinco campeones enemigos, y el rey de Túnez le premia con la libertad y muchas riquezas. El héroe vuelve a su patria con Felicia, en­cuentra un marido para ésta (pues los pre­juicios de casta no permiten casarse, ni en las novelas, a los Guzmanes con sus fieles Felicias) y pese a la envidia y las calum­nias que siempre despierta el valor, tam­bién él vive rico y feliz. A pesar de la maestría de las intrigas y de las soluciones, las novelas de Lope carecen de todo rigor de estructura y están muy lejos del modelo cervantino.

Los incisos líricos y discursivos están usados más a menudo como mera di­vagación erudita o cómoda soldadura, que para suspender y agudizar la curiosidad. Sin embargo, revelan un seguro dominio de la materia y una indudable agilidad na­rrativa.

C. Capasso

Lope de Vega no había nacido para narrar. (Fitzmaurice-Kelly)

Las novelas de Lope carecen indudable­mente de unidad de construcción. Esta carencia está ampliamente compensada por lo que contienen de más valioso y de mayor valor poético: los conflictos interesantes, los desenlaces sorprendentes, a veces alta­mente dramáticos; la acción viva, en ebu­llición, que se precipita; es decir, todo aquello donde marcó su robusta huella el genio dramático del narrador. Es difícil por ello explicarse por qué las novelas de Lope han sido, por lo general, tan desfa­vorablemente juzgadas. (L. Pfandl)