Bajo este título general y divididas en tres series se agrupa una colección de novelitas publicadas en diversas fechas y debidas todas ellas a la fecunda pluma de Pedro Antonio de Alarcón (1833-1891).
La primera serie, con el título de Cuentos amatorios, reúne las siguientes narraciones: «Sinfonía: Conjugación del verbo amar», «La Comendadora», «El coro de Ángeles», «Novela natural», «La última calaverada», «El clavo», «La belleza ideal», «El abrazo de Vergara», «Sin un cuarto», «¿Por qué era rubia?» y «Tic… Tac…».
Historietas nacionales es el título de la segunda, y las obras que en ella se incluyen son: «El carbonero alcalde», «El afrancesado», «El extranjero», «¡Viva el Papa!», «El Ángel de la Guarda», «La buenaventura», «¡Buena pesca!», «La corneta de llaves», «El asistente», «Dos retratos», «El Rey se divierte», «Fin de una novela», «El libro talonario», «Una conversación en la Alhambra», «El año campesino», «Episodios de Nochebuena», «Mayo» y «Descubrimiento y paso del cabo de Buena Esperanza».
Finalmente, la tercera serie, cuyo título es Narraciones inverosímiles, agrupa las siguientes: «El amigo de la muerte», «La mujer alta», «Los seis velos», «Moros y cristianos, o noticias para hallar un tesoro que debe de existir… no se sabe dónde», «El año en Spitzberg», «Soy, tengo y quiero» y «Los ojos negros». La calidad del conjunto es muy desigual.
Entre las narraciones más significativas destaca, en primer lugar, «El clavo», novela de intriga y misterio que el autor pretendió fuera el «reportaje» de una «causa célebre». Recogiendo elementos muy del gusto francés de la época y traduciendo una vieja leyenda popular en toda Europa, relata, por boca de uno de los personajes, Felipe, las múltiples peripecias de Gabriela, ‘que cambia de nombre varias veces, hasta ser condenada por el crimen que cometió precisamente por el hombre cuyo amor le impulsó a realizarlo; cuando llega el perdón, Gabriela muere, expiando así su culpa.
La novela fue objeto de varias refundiciones, si bien en ninguna de ellas logró resultados felices; sin embargo, a caballo de las tendencias románticas y naturalistas, «El clavo» conserva valores indudables que mantienen su interés y aun su popularidad. «La Comendadora», como muchas otras de estas narraciones, según afirmación del propio autor, relata un hecho absolutamente histórico cuya ambientación y personajes han sido disfrazados literariamente; sea ello cierto o no, la narración está llevada con gran tino y la novelita resulta una de las más acabadas de esta larga colección.
«El carbonero alcalde» retrata las vigorosas escenas acaecidas con motivo de la dominación napoleónica. En «El afrancesado», a pesar de las incoherencias en que cae en algunas ocasiones, el novelista sabe captar por un instante el verdadero problema de la guerra de la Independencia, la razón y sinrazón de los patriotas y el ambiente en que aquélla se desarrolló. «El amigo de la Muerte», una de las narraciones inverosímiles, es obra de madurez. En ella, Alarcón recoge, como en tantas ocasiones, una leyenda popular y mantiene el interés de la acción sin desfallecer casi en ningún instante; incluso en las correcciones posteriores, el acierto acompañó al autor, cosa no frecuente en él, cuyas primeras redacciones y bocetos acostumbraban ser mejores que las obras corregidas.
A. Pacheco