Con este título es conocida la serie de ocho novelas históricas, con que Willibald Alexis (Wilhelm Häring, 1798-1871) quiso dar al pueblo alemán, en los mismos años en que Prusia se preparaba a su misión unificadora, la epopeya histórica de la Marca, de su pueblo y de sus príncipes.
Formado en la escuela de Savigny y de Rauner, que supieron despertar en él el sentido de las grandes tradiciones históricas y el interés por el estudio directo de las fuentes, habiéndose formado artísticamente bajo el influjo de Hoffmann, Kleist, Tieck, de los escritores de la «Joven alemania» y sobre todo de Walter Scott, de todos los cuales sacó, en su largo noviciado poético, importantes elementos de técnica y de estilo, el autor encontró su propio camino cuando se puso a narrar con ánimo líricamente conmovido la historia de Brandeburgo y de su pueblo, rudo y gallardo. En conjunto, las ocho novelas abarcan todo el glorioso pasado de la Marca, desde sus lejanos orígenes ascánicos, que reviven en el recuerdo de la posteridad como la época heroica de la conquista y de la primera colonización, hasta los comienzos del siglo XIX.
Cada novela de la serie ilustra una época: Cabanis (1832), la edad de Federico el Grande; el Roland von Berlin (1840), la lucha entre los municipios libres y los primeros Hohenzollern; El falso Woldemar [Der falsche Woldemar, 1842], los luctuosos tiempos que siguieron a la extinción de la monarquía ascánica; Los pantalones del señor de Bredovo (v.) y El licántropo [Der Werwolf, 1846-48], la época de la Reforma; El orden es el primer deber ciudadano [Ruhe ist die erste Bürgerpflicht, 1852] con su continuación Isengrimm (1854), el desastre y el resurgir del estado prusiano en la época napoleónica; Dorothe (1856), el reinado del Gran Elector.
Animado de ardiente espíritu patriótico y convencido de que Prusia, por las dotes morales de su pueblo y por la política clarividente de sus príncipes, estaba destinada a devolver a alemania su antigua grandeza, Alexis vio en la novela histórica el medio más adecuado para mantener despierta la conciencia nacional en una época en que esta conciencia iba debilitándose poco a poco bajo el doble influjo del resurgido absolutismo monárquico y del cosmopolitismo liberal.
En el centro de su visión histórica se hallan siempre las relaciones entre el soberano y su pueblo. Siempre que el príncipe se hace extraño al ánimo de los súbditos o que el pueblo se aleja de su soberano, comienza un período de crisis que amenaza la existencia del Estado. Mas para dar forma y vida a esta idea suya, carecía Alexis de las cualidades de gran narrador.
Escritor pesado y prolijo, demasiado preocupado por iluminar desde todas las partes y colorear vivamente todas las situaciones históricas, demasiado apegado a la contingente realidad de los hechos, rara vez se abandona al libre vuelo de la fantasía creadora; por eso su obra aparece en conjunto desordenada y fragmentaria. Sin embargo, bajo su escabrosa superficie late una vida nueva que anuncia el arte de los grandes novelistas románticos.
Del cúmulo de hechos muertos emergen a veces grandes figuras heroicas, de una grandeza sobre todo moral: Johannes Rathenow, el último síndico del municipio libre de Berlín, los electores Federico II y Joaquín II, el falso Woldemar. Incomprendidas en su más profunda y dolorosa humanidad, estas figuras miran herméticas el lejano porvenir.
A menudo, las dos tendencias opuestas de una época se encarnan, como en la tragedia de Hebbel, en dos figuras antagónicas, por lo que la novela toma forma y aire de drama. Pero Alexis triunfó sobre todo cuando, como hace en su obra maestra, Los pantalones del señor de Bredow, interpretando el espíritu de su época, supo tratar con sabroso humorismo el contraste entre la vida rústica del junker y el refinamiento de la vida de la Corte.
C. Grünanger