[Le mistére du Viel Testament par persónnaiges]. Impreso en París hacía 1500, y de nuevo en el siglo XVI; puede leerse en la edición crítica (1878-1891) del barón James de Rothschild. No se trata de un misterio único, sino de una colección de cuarenta misterios distintos sobre personajes del Antiguo Testamento, bastante desiguales entre sí en cuanto al estilo y las proporciones, compuestos por diversos autores, y que hacia la mitad del siglo XV un compilador poco hábil yuxtapuso sin preocuparse de la estructura de la obra. Los transcribió tal como los hallaba, disponiéndolos según la sucesión cronológica de los asuntos y no añadiendo nada propio sino las soldaduras de varios miembros y un esbozo de ligazón del conjunto (cerca de 50.000 octosílabos franceses) mediante un «Proceso del Paraíso» (v. Pasión de Arras), cuyos actos están monótonamente escalonados a lo largo de la obra.
Esta compilación es todo lo que sobrevive de una tentativa de reducir a forma dramática toda la materia bíblica, pero no se atiene por completo a los textos canónicos, sino que está hecha sobre alguna de aquellas obras populares que divulgan la historia sacra mezclando a las fuentes ortodoxas las tradiciones de procedencia más dispar. Esta obra se representó íntegramente por lo menos dos veces, pero es de creer que de ordinario serviría como repertorio, del que los organizadores de representaciones tomaban según convenía uno u otro episodio; en efecto, algunos de los episodios particulares fueron dados a la estampa separadamente durante los siglos XVI y XVII. He aquí la lista de los asuntos que figuran en la colección: creación de los ángeles y caída de Lucifer; historia de Adán (v.) y de Eva; historia de Caín (v.) y de Abel; el diluvio; la torre de Babel; historia de Abraham, de Jacob, de José, de Moisés, de Sansón, de Samuel, de Saúl (v.), de David, de Salomón, de Job, de Tobías, de Susana, de Judit, de Ester (v.); finalmente, la predicción de la venida del Mesías hecha a Octavio por la Sibila (medio de relacionar las narraciones del Antiguo Testamento con el ciclo de la Redención). No hay que esperar grandes valores poéticos en tal combinación de asuntos mal digeridos; interesa sobre todo la parte histórica sobre cultura y costumbres; con todo, algún acento, vivo, más bien lírico que dramático, alguna graciosa digresión de sabor idílico o realista, cierta atracción que proviene de la lengua ingenua y natural, pueden atenuar la insípida pesadez del conjunto.
S. Pellegrini