[Over Aevne]. Drama en dos actos de Bjørnstjerne Bjørnson (1832-1910), publicado en 1883. Se trata de la obra más importante del escritor noruego, claro ejemplo de cómo tesis intelectuales y científicas, una vez que penetran en una fantasía artística, se resuelven sin dejar casi rastro. Llegado a cierto punto de su vida, Bjørnson, asombrado del poder taumatúrgico observado en un aldeano, comenzó a reflexionar sobre la naturaleza del milagro, y las investigaciones clínicas de Charcot y de R’ichter le persuadieron de que ello era el efecto de una poderosa fuerza hipnótica.
Como el milagro es esencial para el Cristianismo, la cuestión de la existencia de éste tocaba directamente las bases de la conciencia religiosa. De esta tesis apenas si hay huellas en el drama, que es la afirmación de la esencialidad del milagro para la fe cristiana, en armonía con la tragedia, que consiste en la espera, y después en la catástrofe: la presencia del’ milagro. El drama, por tanto, más que servir para la ilustración de tesis científicas (es decir, que los milagros son efecto del hipnotismo y que el Cristianismo no tiene derecho a presentarse como creencia taumatúrgica), representa la tragedia de la voluntad, proyectada más allá de las fuerzas humanas, vuelta hacia lo inalcanzable, que en el momento que parece haber sido alcanzado, produce la catástrofe. Naturalezas como la del pastor Sang, que viven fuera de la realidad común, concentradas en un esfuerzo sobrehumano para alcanzar lo divino con el que poder sanar los males del prójimo, obran, no hablan; y los demás personajes, todos los que entran en su círculo, no tienen otra misión que atestiguar el milagro, que vivir esperándole, y asistir a su revelación.
De aquí la simplicidad extrema de la acción, la desnudez del diálogo; y luego aquel fondo solemne de la naturaleza solitaria, amenazadora y casi irreal de los países nórdicos, aquellos pocos símbolos de tanto efecto: el alud que se desvía a pocos pasos de la Iglesia; la corona de los que rezan, formada alrededor del templo mientras Sang reza dentro solo. Los dos actos del drama comienzan en la espera y en la atmósfera taumatúrgica, y terminan, el primero en la preparación (el pastor Sang, que va a la iglesia a rogar por Clara, su mujer, enferma de una dolencia incurable); el segundo, en la final manifestación del milagro: Clara que se levanta del lecho y va a la iglesia mientras se entona el Aleluya. Bajo el sol vespertino, a la puerta del templo,- alrededor del cual los que oran han formado un amplio círculo, sale Sang al encuentro de su mujer; y en el instante en que él se vuelve con una exclamación de amor y de reconocimiento, cae ella sin vida, y Sang, fulminado ante aquella visión, sofocado por la duda, se .derrumba a su vez.
V. Santoli
* Una «segunda parte» con el mismo título y en cuatro actos apareció en 1895, construida en torno a los dos hijos del pastor Sang, Elia y Raquel. Como su padre, también Elia se entusiasma «infantilmente» por todo cuanto tiene proporciones sobrenaturales, y participa con fervor apostólico en el movimiento de reivindicación obrera que surge en Noruega, junto al pastor Falk y al ex sacerdote Bratt, convertido en agitador de masas. El drama comienza presentando la miseria y la desesperación de los obreros en huelga que viven en un valle profundo, mientras que sobre ellos, en una especie de casa señorial, Holger, el dueño, que se opone fieramente a todas sus reivindicaciones, hace prevalecer su intransigencia en la asamblea de los industriales. Después de asegurar que si llegara al poder una mayoría «sin tradición señorial… diremos tranquila, pero decididamente: ¡Fuego!», Holger da la señal de comenzar el festín.
En este punto, la acción, que está a punto de degenerar en farsa, se convierte en trágica. Elia, que disfrazado de sirviente ha penetrado hasta allí, anuncia que el castillo está minado, todas las salidas cerradas, y que todos los presentes «tendrán el inmerecido honor de acabar como soles». Los que poco antes aplaudían, se. transforman en acusadores de Holger, que mata a Elia a pistoletazos. El castillo salta en el aire, y el único que, gravemente herido, se salva, es Holger. En el último acto, después de la catástrofe, Raquel comenta: «Lo peor de esta loca explosión no son los muertos, ni los afligidos, sino que la misericordia ha huido lejos de nosotros, y todos gritan: ¡Venganza!» Los dos jóvenes nietos de Holger, que llevan los significativos nombres de Creo y Espera, consuelan al fin a Raquel con la esperanza de que el progreso científico suprimirá pronto la violencia, la miseria y la guerra, y hará conocer a los hombres el paraíso en el trabajo iluminado por la caridad. El drama intenta probar que la violencia es impotente para resolver los conflictos y crear el bien, que sólo puede ser fruto de sabias reformas, del trabajo y del amor.
Pero la materia del drama no está tratada artísticamente, y los caracteres están obscuramente dibujados. La tesis de la locura connatural al deseo de lo imposible, presentada de modo teológico, se resiente del influjo de Nietzsche, en tanto que la moral de Bj0rnson, fundada sobre la .caridad cristiana, se matiza de ingenuas creencias progresistas. El valor de esta segunda parte se reduce sustancialmente al de un testamento. [Trad. española de Pedro González Blanco (Valencia, 1906)].
V. Santoli