En nuestro siglo la leyenda inspiró a Ottorino Respighi (1879-1936) el tríptico para solo, coros y orquesta María Egiziaca, sobre texto de Claudio Guastalla, estrenado en Nueva York en 1932. Después de un breve preludio orquestal, la escena, constituida por un tríptico gótico, es abierta por dos ángeles que van mostrando sucesivamente sus tres partes, a las que corresponden tres episodios: el pecado, el arrepentimiento, la redención.
En el primer episodio, María Egipcíaca ofrece, en el puerto de Alejandría, amor y solaz a los marineros, y se embarca con ellos, a pesar de las ásperas imprecaciones del Peregrino, que lanza invectivas contra sus malas costumbres. En el segundo episodio María, arrepentida, llega ante las puertas del templo para besar el madero de la Cruz. El Peregrino la detiene y le impide pasar el umbral de la iglesia. Pero las sinceras y angustiadas invocaciones de María conmueven al Ángel, que aparece inesperadamente: la puerta del templo se abre entonces milagrosamente ante ella. En el tercer episodio, María, ya casi sin fuerzas, llega al desierto y se presenta al ermitaño Zósimo: le confiesa sus culpas y, asistida por él, muere junto a la fosa cavada por el león.
Los versos imitan las laudas medievales (v. Laudas religiosas y dramáticas), y la música oscila entre el oratorio y el melodrama. Se nota un equilibrio entre el elemento sinfónico y el vocal más logrado que en las óperas precedentes de Respighi, cuya personalidad por lo general se afirma sobre todo en el campo instrumental. A pesar de la escasa homogeneidad del tejido musical, son muy expresivos, en el primer episodio, los pasajes líricos en que el declamado recuerda modos del siglo XVII; en los cantos que salen del santuario en el segundo episodio, y en las apasionadas notas que expresan la redención de María, en el tercero.
L. Fuá