Los Trofeos, José María de Heredia

[Les Trophées]. Colec­ción de poemas en francés del cubano José María de Heredia (1842-1905), publicada en 1893; muchas de las composiciones ya eran famosas por haber aparecido anteriormente en revistas. Son unos sonetos inspirados en figuras o sucesos históricos; cada uno de ellos encierra una visión del pasado, como un antiguo medallón.

Según las épocas en que se inspira, como en la Leyenda de los siglos (v.) de Hugo, el poeta divide su obra en varias partes, «Grecia y Sicilia», «Roma y los bárbaros», «Edad Media y Renaci­miento», «Oriente y Trópicos», «La Natura­leza y el sueño». Destacan, entre los sone­tos, «El nacimiento de Afrodita» [«La nais- sance d’Aphrodité»], que canta el milagro de la bella criatura entre las olas del océa­no y el cielo azul; «Los pastores» [«Les bergers»], que conducen los rebaños por los collados, entre los puertos del monte Cilenio; «El manantial» [«La source»] que lím­pido y puro en la soledad da paz al llanto de la Ninfa; «La dogaresa» [«La dogaresse»] que resplandece en una riqueza com­pletamente veneciana y en una plenitud de vida digna del Tiziano; «Epifanía» [«Epiphanie»], sobre la devoción de los Reyes Magos; «Los conquistadores» [«Les conquérants»] sobre las hazañas de los primeros conquistadores españoles del siglo XV y del siglo XVI que tras Cortés y Pizarro fueron al Nuevo Mundo en busca de riquezas; entre ellos hay también un antepasado del poe­ta.

Notable es el soneto «Flores de fuego» [«Fleurs de feu»] que ve la erupción de un volcán en un mundo fabuloso, mientras la flor de un cacto echa su polen dorado so- 6re el borde del cráter, única señal de vida; en un principio el poeta estuvo tentado de bautizar la colección con el título de este soneto. Tres poemas en tercetos, «Romancero», inspirados en los antiguos roman­ces españoles (v. Romancero), evocan con fuerza épica la figura del Cid (v.), héroe* de su pueblo. Los trofeos son el mejor fru­to de la escuela parnasiana de Leconte de Lisie. La vivacidad de algunas situaciones, la exigencia de abrazar en su totalidad la historia humana, y especialmente la abun­dancia de elementos decorativos y descrip­tivos hacen fundamental la colección en el paso del Parnaso al Simbolismo; pero lo lineal de las imágenes y la precisión téc­nica del verso llevan de nuevo la expe­riencia de este «poema menor» a las ten­dencias que animaron la teoría del arte por el arte, de Gautier a Leconte de Lisie.

Al­gunos versos siguen siendo ejemplares por el esplendor de la frase y el encanto de la evocación poética; por ejemplo, en el ya mencionado soneto «Nacimiento de Afrodi­ta» el verso final «En la sangre de Urano floreció Afrodita» [«Dans le sang d’Ouranous fleurit Aphrodité»], en «Medalla antigua» [«Médaille antique»], el verso inicial «El Etna madura siempre la púrpura y el oro del vino» [«L’Etna mûrit toujours la pourpre et l’or du vin»], en «Antonio y Cleopatra» [«Antonie et Cléopatre»] el final: «Todo un mar inmenso por el que huían las galeras» [«Toute une mer immense où fuyaient des galères»]. Este carácter a veces meramente sugestivo, a veces alcanzado por medio de artificios verbales, fue exaltado por la críti­ca simbolista y en nuestros días por los teó­ricos de la poesía pura; sin embargo, no es más que un aspecto del refinamiento estilís­tico de los parnasianos, aun cuando expresa el ideal de una perfecta representación de la verdad.

C. Cordié

El «Parnasse» debe reconocer en esta obra su última y más impecable obra maestra. (Pellissier)

Los sonetos de Heredia que siguen siendo los mejores, los únicos que emocionan bajo su línea perfecta, son los sonetos griegos y los del Renacimiento, o los sonetos sencilla­mente húmanos, los que se elevan con tanta naturalidad como un seno en la respiración y acaban como una sonrisa que busca un rostro humano, no como la sonrisa fotográ­fica y estereotipada, azote del soneto mo­derno. (Thibaudet)