[Il Triregno]. Obra del historiador Pietro Giannone (1676-1748), dividida en tres partes: «Del reino terrenal», «Del reino celeste» y «Del reino papal». A causa de la detención y cautiverio del autor, este escrito quedó inédito hasta el siglo pasado.
Se publicó en una primera edición en 1895 y en edición definitiva, preparada por Alfredo Párente, en Bari en 1940, añadiéndole, en apéndice, un índice de las partes que faltan en el tercer volumen. Esta obra debe ser considerada como continuación de la Historia civil del reino de Nápoles (v.), verdadera requisitoria contra la Curia Romana. Saliendo del limitado tema del conflicto entre el Estado napolitano y la Iglesia, Giannone pasa a tratar un orden de problemas más complejo: «De Deo, de Mundo, de homine». Parte de la afirmación de que en la antigüedad («Reino terrenal») ningún pueblo, incluso los hebreos, creía en la resurrección de la carne y en la vida eterna, por lo que Giannone reduce la esencia del Cristianismo puro («Reino Celeste») a estos dos dogmas y a la encarnación del Verbo (Cristo) que los proclamó. Pero en torno a estos dogmas, los que se hicieron ministros de la nueva religión, y sobre todo el Papa que ejerce sobre los demás y el mundo entero un poder monárquico y tiránico, van tejiendo una maraña tal de mitos, leyendas y piadosos engaños, que llegan a instaurar un nuevo reino terrenal más pagano que el antiguo («Reino papal»).
Parece ser que Giannone concibió esta obra durante su estancia en Austria en 1731, en la tranquila soledad de Meidling. Él mismo dice que sus largas meditaciones le llevaron a la convicción de que los antiguos concibieron el hombre como «mortale genus» y la muerte como un «tenebroso sueño». Puesto en claro este primer «estado de naturaleza», el autor se pone a investigar el segundo: el «estado de gracia». Examinando luego los problemas de la «gracia» y de la «resurrección», y considerando la pureza y la sencillez evangélicas, observó con estupor que «sobre tales cimientos de una religión tan humilde y despreciativa del oro terrenal se había podido levantar una máquina tan sublime y amplia, y que no tenía otro fin que la felicidad .terrenal». Es fácil entender por esta sencilla afirmación la orientación general del pensamiento de Giannone; es el hombre del siglo XVIII que habla animado por el espíritu de los enciclopedistas.
G. Martinelli