Los Trabajos de Urbano y Simona, Ramón Pérez de Ayala

Novela de Ramón Pérez de Ayala (n. en 1880), publicada en 1923. Constituye la segunda y última parte de Luna de miel, luna de hiel (v.) (1923) y aunque los prota­gonistas siguen siendo los hijos inocentes e ignorantes de una madre arbitraria y de otra casquivana, el personaje fundamental es siempre el mismo, Micaela Cano de Fano, madre de Urbano.

Comienza con la súbita e inesperada ruina de las casas de los mucha­chos, y mientras la madre de Simona continúa alejada de los restos de la suya — cuyo esplendor ha ido rematando con ayuda de un clérigo, y siete hermanas del mismo —, doña Micaela arrebata a su hijo del lado de su esposa precisamente cuando la abuela de ésta, que es una ancianita encantadora cuyas ilusiones sirven para que no se mustien las de su nieta, va a morirse víctima del dis­gusto por la ruina de todos. Doña Micaela se empeña en que se anule el matrimonio no consumado de Urbano y Simona para que aquél profese vida religiosa. El marido de doña Micaela y padre de Urbano, el has­ta entonces infeliz y sometido don Leoncio — que mantiene relaciones ilícitas aunque compensativas con una arriscada hembra de la localidad — ha intentado suicidarse al verse arruinado; y, cosa peregrina: tanto su ruina como su frustrado suicidio, de tal modo afectan a su antes atrabiliaria esposa que se torna mansa y arrepentidiza de toda su pasada existencia conyugal.

Todo lo cual in­fluye en el ánimo de Urbano (informado, por fin, gracias a un sacerdote de aquello que, en verdad, significa el matrimonio, con profunda desgarradura de su inocencia de­masiado prolongada) para evolucionar en lógico sentido humano: conquistar a Simona por amor y unirse a ella definitiva y nor­malmente. La novela, riquísima en matices, señala la evolución y decrepitud de la ya no imperativa doña Micaela, el matrimonio del preceptor don Cástulo con una volumi­nosa maritornes, la complacencia de don Leoncio ante los nuevos acontecimientos, y, por fin, la brillante celebración de las bodas tan diferidas de Urbano y Simona. Estilo, contenido, forma y fondo de la obra están, si cabe, mejor conseguidos que en la pri­mera parte titulada Luna de miel, luna de hiel.

C. Conde