Los Trabajadores del Mar, Víctor Hugo

[Les travailleurs de la raer]. Novela de Víctor Hugo (1802-1885), publicada en 1866. Obra de madurez, esta novela mantiene esencial­mente los tópicos del arte de Hugo — fuer­tes contrastes de^ pasiones y de situaciones, el ideal de una/generosidad fatalmente des­tinada al sacrificio, la intensa alternancia de luces y sombras —, pero los renueva llenán­dolos de un contenido nuevo y muy actual: las primeras grandes afirmaciones de la civilización mecánica y el consiguiente sen­tido de la lucha victoriosa del hombre contra las fuerzas de la naturaleza.

Éste mundo que nacía, con nuevas imágenes de maquinismos, con nuevas leyes matemáticas, con un nuevo lenguaje técnico, está sin embargo siempre considerado y poetizado en la pe­numbra lunar de una catedral gótica y casi parece retroceder como absorbido por una personalidad más poderosa que lo enlaza con las maneras del ya caduco romanticis­mo; pero encuentra en aquel pasado que aún perdura una innegable poesía. El viejo armador Lethierry posee una de las prime­ras naves a vapor, la «Durande», que, vista con malos ojos por los demás marinos y pescadores, preocupados por la nueva com­petencia, hace el servicio entre Saint-Malo y Guernesey. Un bribón, Clubin, hace nau­fragar la nave; sería posible recuperar la maquinaria que ha quedado encallada entre los escollos, pero nadie quiere encargarse de poner a flote aquella máquina maldita, y, por otra parte, Lethierry carece de los medios necesarios para la empresa.

Al viejo no le queda otro recurso que casar a su hermosa sobrina Déruchette con un hombre que pueda recuperar el corazón aún intacto de su nave. Un pescador de oscuros oríge­nes, Gilliat (v.), a quien su carácter soli­tario le resta muchas simpatías, se arriesga por amor de la joven. Lucha arduamente, solo en una gruta marinera, contra dificul­tades de toda clase, arriesgando varias ve­ces su vida, como cuando cogido por un gigantesco pulpo, por poco es arrastrado hacia el fondo; pero finalmente triunfa. So­lamente entonces sabe que Déruchette está enamorada de un joven pastor protestante, Ebénezer, al cual él, tiempo atrás, había salvado la vida cuando lo encontró dormido, sobre una roca que iba a ser sumergida por la pleamar. Y Gilliat se sacrifica; no solo renuncia al premio que le corresponde, sino que favorece la fuga de los dos amantes, puesto que el viejo Lethierry no concedería jamás su sobrina a un hombre de iglesia.

Desde la embarcación que los transporta creen divisar a un hombre que se mueve en la roca donde Ebénezer había estado a punto de perecer ahogado, pero no pueden ni siquiera imaginar que la sombra entre­vista es la de Gilliat que espera la muerte. Ninguna obra de Víctor Hugo tiene, tal vez, la profunda y deprimente tristeza de ésta, donde el himno que parece levantarse al triunfante trabajo del hombre queda luego borrado por una superior y angustiada con­cepción del sufrimiento, siempre unido a las más altas expresiones de humanidad.  Gilliat, participando al mismo tiempo dé las virtudes de tenacidad y de fuerza ‘\que las nuevas ideas progresistas dan al hom­bre, y del renunciamiento típico del romanticismo, constituye un característico perso­naje de transición, pero, más aún, es una nueva y más intensa personificación (de aquella concepción victorhuguesca que ve en la bondad humana una forma expiatoria del mal implícito en nuestra naturaleza’ y, como tal, destinada siempre al sacrificio.

La novela, que arranca casi de un tema de leyenda, se desarrolla y termina en una at­mósfera de pesadilla; vistos en las sombrías transparencias de una gruta submarina, los objetos del reciente mundo mecánico asu­men una vida agitada que sabe más del pa­sado que del futuro, y que más que preludio es casi una evocación sacada de las sombras de un Medioevo romántico. [Trad. de Anto­nio Ribot (Madrid, 1866); de Luis Obiols (Barcelona. 1906) y de Manuel Altolaguirre (Madrid, 1932)].

U. Déttore