[Les sentiments de Critias]. Obra de Julien Benda (1867-1956), publicada el año 1917. Este violento ataque contra alemania, aparecido en plena guerra, podría parecer, en principio, adscrito a ese tipo de literatura «engagée» que el propio Benda ha denunciado vivamente en Traición de los intelectuales (v.).
Por otra parte, algunas de las tesis de este ensayo ya fueron mantenidas, antes de la guerra del 14, por la escuela nacionalista. No obstante, el punto de vista de Julien Benda se diferencia radicalmente del de Barrés lo mismo que del de Maurras: si Benda abomina de la alemania intelectual y del influjo germánico en Francia, no lo hace basándose en razones políticas o patrióticas, sino en nombre del viejo intelectualismo clásico, cuya defensa asume con ardor. Fingiendo publicar los papeles póstumos de un supuesto amigo, a quien alude bajo el pseudónimo de Critias, Benda hace «inventario de los principales productos intelectuales que han circulado en Francia desde hace veinte años y que originariamente son germánicos».
Entre estas mercancías intelectuales importadas, destaca esa «religión de la Vida» que Benda denunciará a través de toda su obra. En el campo de la filosofía, señala la primacía concedida a la Sensibilidad, a la Intuición y al Inconsciente a expensas de la clara razón — y en este punto Los sentimientos de Critias resumen las críticas del autor contra el bergsonismo —. En política — y aquí es donde Julien Benda se separa radicalmente de las teorías de extrema derecha, a pesar de no depositar tampoco la menor confianza en la democracia—, hay que imputar a alemania las teorías nacionalistas y racistas, el historicismo y el estatismo. Julien Benda hace un proceso a la escuela del simbolismo. Aun dudando del influjo directo alemán sobre sus principales representantes, esta influencia se le revela claramente en el propio ideal del movimiento simbolista «por encarnarse en la voluntad artística de suscitar un sentimiento o una sensación antes que una idea». El autor, profundamente cartesiano y que, por otra parte, guarda todas sus simpatías para Spinoza, en quien ve «el mejor discípulo de Descartes», denuncia, por último, al panteísmo como una tara específicamente alemana. Nacida del gusto germánico por las ideas oscuras y vagas, esa confusión de Dios con la Naturaleza se revela disolvente y atentatoria contra las formas fijas del universo sobre las que se apoya la tradición racionalista.
Benda ataca también a los humanistas alemanes, sin respetar a su figura más cimera, Goethe, en quien descubre odio por la filosofía y desprecio por la ciencia, apreciación que, en último extremo, sólo cabría hacer del Goethe romántico. Los juicios sobre Wagner y Nietzsche ya se revelan más acordes con la opinión general. Por otra parte, Benda finge no estar de acuerdo con todas las ideas de su amigo Critias, dándole, de este modo, al lector la impresión de que se trata de una tesis llevada a su punto extremo y en la que se debe considerar, más que su posible aspecto negativo, la admirable confianza en la razón que la ha inspirado.