[Les moines d’Occident depuis Saint Benoît jusqu’à Saint Bernard]. Obra histórica de Charles Forbes de Tryon, conde de Montalembert (1810-1870), publicada entre 1860 y 1877. Inspirado por la misma concepción que había guiado su Historia de Santa Isabel (v.), el autor declara que se acercó al principio a la gran figura de San Bernardo llevado por su actividad excepcional como hombre y como religioso, y que luego fue impulsado a estudiar la formación y desarrollo de la vida monástica.
La santidad de San Bernardo, entendida en su eleva- dísimo valor ejemplar, no es más que un elemento entre tantos otros admirables de que se compone el edificio del Catolicismo, gracias al cual se explica gran parte de la Edad Media. Montalembert describe la «juventud y floreciente madurez» de la gran orden religiosa, de la que recoge, con gran sentido histórico, testimonios y documentos. Tras haber ilustrado la vida del Imperio romano después del Edicto de Milán, el autor habla de los precursores monásticos en Oriente y en Occidente (libros I-III). Un importante estudio está dedicado a la figura de San Benito, a quien se debe la fundación de una nueva orden, docto y laborioso, a la vez que tenaz en la defensa de la fe (libro IV). La divulgación del ascetismo monacal, de España a las palias e Irlanda, es uno de los hechos más notables de la Europa cristiana; personalidades como las de San Gregorio Magno, San Columbano, San Patricio, San Agustín de Cantorbery, San Osvaldo y San Wifredo son un excepcional documento indicador de cómo la fe contribuye a dar nueva forma a la difusión de la civilización, sobre todo en los pueblos lejanos del mundo latino (libro V).
Las mismas mujeres participan con decisión y nobleza espiritual en la divulgación del Evangelio (v.), y son una gran prueba de lo que puede la virtud unida a las exigencias de la cultura (libros VI-XVII). Una parte bastante notable de la obra está dedicada al estudio de las relaciones entre la Iglesia y el feudalismo, y en particular entre la orden monástica y la sociedad laica en el campo del trabajo agrícola, de la beneficencia y de la cultura. La actividad de Gregorio VII, el gran pontífice que realizó plenamente su obra reformadora de monje, hace luz sobre la importancia política de la Iglesia en sus relaciones con el Imperio (libros XVIII-XIX). Del mismo modo, el estudio de los predecesores de Calixto II, de la preparación de la primera Cruzada y de la meditación solitaria de San Anselmo de Aosta aporta nuevos documentos para valorar la importancia decisiva de la orden benedictina en la historia de los pueblos cristianos. La reconciliación entre los dos poderes, el espiritual y el temporal, indica al fin de la Edad Media la gloria de Cluny y de Mon- tecassino, y constituye una gran admonición para las naciones modernas, demasiado a menudo en pugna por razones menos puras y elevadas (libro XX).
La erudición de la obra no impidió que esta historia pusiera de manifiesto su carácter polémico en lo que atañe a las cuestiones políticas de la Francia del segundo Imperio; la dedicatoria a Pío IX y el importante prefacio afirman y aclaran la posición del autor en la política católica liberal. Los monjes de Occidente está considerada como una obra fundamental por la amplitud de sus puntos de vista y por la riqueza de la documentación, a pesar de que el tono apologético vele la claridad de la reconstrucción histórica, restándole el vigor, de naturaleza exquisitamente romántica, con que evoca tantas otras luchas.
C. Cordié