[Children of the Ghetto]. Novela de Israel Zangwill (1864-1926), publicada en 1892 y adaptada a la escena en 1899.
El ghetto londinense, en el corazón del East-End, al que llegaron desde la primera mitad del siglo XIX verdaderas riadas de judíos prófugos de Rusia, Polonia y Holanda, representa, con su color oriental y con su historia, el verdadero protagonista del libro. El episodio central se desarrolla en la época de la tercera generación de los emigrados. Las calles que desembocan en la cenagosa Wentworth Street y en la Goulton Street ya no tienen una especial arquitectura ni gravitan sobre ellas amenazas trágicas como en los tiempos de los reyes normandos; tan sólo flota en ellas una miseria sórdida y astuta, y aquí y allá, en los tugurios, se enciende de vez en cuando un drama obscuro y profundo. Los padres, aunque conocieron épocas amargas y difíciles, amaban la familia y la tradición. Ahora, en cambio, los hijos empiezan a desparramarse fundando nuevas colonias: los mejores y los más fuertes han luchado por la emancipación de su raza, otros han entrado en la Bolsa como agentes de cambio; la vida gris de la clase media londinense ha descolorido las antiguas tradiciones. En este escenario viven, entre sufrimientos y momentos de alegría, los distintos personajes representativos de aquel multicolor y caótico mundo en fermentación: Ester Ansell, de gran corazón, capaz de cualquier sacrificio; la misteriosa Debby, la holandesa que conserva, a través de profundos sufrimientos, la capacidad de soñar; los «Hijos del Pacto», asociación de puritanos israelitas que prometen dejar de bailar para no correr el riesgo de abrazar a mujeres, de otra raza.
Las costumbres de la vida judía están dibujadas magistralmente en una fiesta para la «confirmación religiosa» de uno de los hijos de Sugarman, en su casa: ambiente judío burgués ilustrado con extraordinaria vivacidad en la descripción de la muerte serena de Benjamín, confortado por la plegaria, en un mitin de huelguistas judíos, en la descripción de fiestas religiosas tradicionales, como la Pascua. La pintura de las cualidades y de los defectos particulares de la gente judía, la feliz descripción de los ambientes, son delicadamente humorísticas, profundamente humanas, y nunca de un vulgar realismo: de manera que puede decirse, aparte el interés puramente curioso y típico del libro, que es una de las obras más logradas de Zangwill. [Trad. por Vicente Vera (Madrid, 1921)].
G. Pioli