[On Heroes, Hero Warship and the heroic in history]. Seis conferencias de Thomas Carlyle (1795-1881), pronunciadas en Londres en mayo de 1840 sobre «Odín y el Paganismo», «Mahoma y el Islam», «Dante y Shakespeare», «Lutero y Knox», «Johnson, Rousseau y Burns» y «Cromwell y Napoleón». Es una obra única en su género, de alta poesía y de profundo pensamiento, reconstrucción histórica de insuperable fuerza evocadora y nobilísima batalla para la afirmación de los perennes valores del espíritu contra toda forma de incredulidad y de escepticismo, contra la vileza y la mentira, tanto en la vida como en la cultura. La fe es para Carlyle el hecho primero y predominante: «El hombre vive porque cree en algo: no por discutir y argumentar sobre muchas cosas». La naturaleza y la historia son obra de Dios: he aquí el gran misterio que escapa casi enteramente a la mayoría; pero que, sin embargo, se revela por don divino a poquísimos espíritus superiores. Éstos tuvieron el encargo altísimo y terrible de hacerse pregoneros y apóstoles, guiando a la humanidad hacia la meta luminosa sólo entrevista por ellos.
Tal es la figura del héroe, unas veces profeta, otras poeta, reformador religioso o caudillo; la forma externa y el empeño específico varían según las circunstancias históricas; la esencia permanece idéntica. El héroe es siempre el hombre de la inteligencia más clara, el de corazón más fuerte, el más justo, el más sincero. Las multitudes no son capaces de creaciones originales: la llegada del héroe señala para ellas el inicio de una nueva vida, las hace conscientes de su destino. La Edad Media guardó un solemne silencio que desembocó en el canto humano más sublime: la Divina Comedia. He aquí la verdadera voz de las naciones. Y cuando una de esas voces se deja oír, la nación por la que habla es una nación consagrada: es redimible aunque esté subyugada, desmembrada, envilecida. Italia, oprimida por Austria, era siempre grande y una porque tenía a su Dante. Rusia, con sus bayonetas y con sus cañones, aparecía en cambio a Carlyle como un enorme monstruo mudo. Las reformas religiosas y las revoluciones políticas son también obra de grandes caudillos: Mahoma es el vidente que despierta a su pueblo de la primitiva barbarie hacia una vida espiritual más alta; Lutero es el héroe de la Reforma, voluntad indómita y espíritu práctico, que sabe encaminar hacia un feliz término el movimiento tumultuoso suscitado por su predicación; Cromwell es el caudillo, fundador de nuevos órdenes civiles. De ahí la aversión de Carlyle hacia las ideologías democráticas y las instituciones parlamentarias. De ahí también el concepto de que la edad sin héroes y sin culto de los héroes es una edad triste, de escepticismo y decadencia. La obra, escrita con un fervor que subyuga, con ímpetu agitador, sostiene la comparación con la de los mayores escritores del siglo: Hugo, Michelet, Schopenhauer. [Traducción española de J. G. Orbán (Madrid, 1893); y trad. J. Farran y Mayoral (Barcelona, 1938)].
A. Norsa
Lo que falta a Inglaterra, y siempre le ha faltado — el semicomediante y retórico, el insulso confusionista Carlyle lo sabía a la perfección cuando se esmeraba en suplir con gestos apasionados lo que sabía que le faltaba, es decir, la verdadera fuerza de la intelectualidad — es la auténtica profundidad de la mirada espiritual, en resumen, la filosofía. (Nietzsche)