Con este título, consagrado ya por el uso, se designan seis lecciones inaugurales universitarias pronunciadas en Nápoles por el autor, en su calidad de profesor de Retórica, el 18 de octubre de los años 1699, 1700, 1703, 1705 y 1706, y casi seguramente reformados por él en 1709, para armonizarlas con el De studiorum ratione (v. Criterio de los estudios de nuestro tiempo). Quedaron inéditas y fueron publicadas en el siglo XIX: la segunda, sin el proemio, en 1823 por Villa- rosa; las otras cinco,, junto con el proemio de la segunda, en 1869 por Galasso.
Las seis han sido reunidas, en el primer volumen (1914) de la edición de sus obras, por Nicolini, y más recientemente (1935) traducidas al italiano por Mazzilli. Su propio autor, además de dar de ellas en su Autobiografía (cfr. edición Bompiani, pp. 47-53) un resumen relativamente amplio —lo cual demuestra que las tenía por documentos, si no para la historia, a lo menos para la prehistoria de su pensamiento —, tiene interés en advertir, por una parte, que en aquellas «lecciones de apertura», había aspirado a «proponer temas tomados de la metafísica usual de la práctica civil» y, por otro lado, que por ellas, y particularmente por la sexta, «abiertamente se comprende que Vico agitaba cierto tema nuevo y grande en su espíritu, que le permitía unir en un principio todo el saber humano y divino». Palabras que, mientras nos dicen que también en aquellos escritos no sólo hizo filosofía sino que quiso hacerla, sirven para encontrar el justo camino entre los opuestos juicios de Gentile y Corsano.
El primero de los cuales hace de estos Discursos precisamente una «primera fase» de la filosofía de Vico; mientras que, para el segundo, no son una obra de pensamiento, que es menester juzgar con criterio histórico crítico, sino nada más que ejercicios retóricos, que no se proponen sino recrear ciceronianamente los oídos con la «verborum numerorumque iucunditas» y con palabras «benesonantia». La verdad es que estas disertaciones más o menos juveniles, aun no pudiendo ser calificadas, por su falta casi total de originalidad, de primera fase de la filosofía de Vico, exhiben, sin embargo — en sus alusiones a Lucrecio, Ficino, Pico de la Mirandola, Bruno, Campanella, Bacon y Descartes—, el eclecticismo filosófico en boga en Nápoles, mientras el autor las iba componiendo, y al mismo tiempo, más o menos clara, su tendencia a superarlo.
De lo cual puede ser aducido en prueba no sólo el hecho mismo de haber subordinado Vico aquel eclecticismo a un ideal humanístico, y por humanístico ya (por lo menos «in fieri») anti cartesiano; no sólo el propósito del autor de mantenerse alejado de las abstracciones y tener la mirada fija, aun cuando filosofa, en «la práctica civil», esto es, la vida social en su concreción, sino también y sobre todo lo que en estos Discursos se dice, como esbozo de un concepto que hallará pleno desarrollo en la Ciencia nueva (v.), acerca de la fantasía, presentada como facultad que, antitética de la razón, ha creado dioses y héroes y divide, compone y muda las formas de las cosas, haciendo presentes las remotas y dando evidencia a las abstrusas.
Adviértase, por último, que en cuanto a los Discursos inaugurales —además de estos seis, el De studiorum ratione y el De mente heroica — compuso Vico por lo menos dos más que se han perdido; del primero, pronunciado en año incierto, se tradujo un largo fragmento al italiano en la Autobiografía (edic. cit. pp. 28-30); el segundo — en ella está ya en embrión el Derecho Universal — recitado el 18 de octubre de 1719 y del que la Autobiografía (pp. 68-69) contiene sólo la enunciación y división de su tema.
F. Nicolini