[Die Mitschuldigen]. Comedia en verso en tres actos, de Wolfgang Goethe (1749-1832). Redactada primero en un solo acto, encontró su estructura definitiva en tres actos hacia 1770. Soeller, bebedor, jugador, calavera, se ha casado con Sofía, la hija de un hostelero, que conserva en el corazón un antiguo afecto por Alcestes, caballero gallardo y fiel. Una noche de carnaval Soeller decide ir como de costumbre al baile sin su prudente mujer, quien, sin embargo, acepta una conversación con Alcestes, que ha regresado después de unos años de ausencia. Soeller, siempre dispuesto a una mojiganga, entra en el salón de Alcestes y, después de algunas dudas, roba unos ahorrillos que le permitirán esquivar los palos de un acreedor y, al retirarse, escucha un tierno coloquio entre su mujer y Alcestes. Por otra parte, el padre, empujado también él al aposento por la .curiosidad de leer una carta de Alcestes, encuentra a Sofía. Descubierto el hurto, el padre acusa a su hija; Sofía se indigna, acusando en cambio al padre, a quien ha sorprendido hurgando en los cajones.
La comedia termina con un vivo diálogo entre Alcestes y Soeller, donde juegan la fina caballerosidad del primero y la grosera vulgaridad del segundo, que cree haber descubierto a su mujer «in fraganti». Alcestes defiende la virtud de Sofía, mujer fiel pese a todas las apariencias, y con amenazas obliga en cambio a Soeller a confesar el hurto. Todos se reconcilian y se perdonan a gusto, visto que, en resumen, ninguno de los cuatro es completamente inocente. Y el único culpable, Soeller, termina satisfecho: «Por esta vez nadie será ahorcado». La comedia de ambiente y de caracteres experimenta aún la influencia de Lessing, pero su importancia es debida a la tentativa de Goethe «de convertir en poesía lo que le alegra o atormenta, poniéndose en paz consigo mismo» y «de poner en acción» con rasgos incluso demasiado fuertes e inadecuados, la frase cristiana «Quien esté libre de pecado que tire la primera piedra». Pero la obra encierra cierta moraleja fácil que turba su armonía, y Goethe fue el primero en advertirlo. [Traducción de Rafael Cansinos Assens, en Obras completas, tomo III (Madrid, 1951)].
G. F. Ajroldi