[Gli animali parlanti]. Poema en veintiséis cantos en sexta rima, publicado en 1802 por Gio Battista Casti (1724-1803). La fábula es demasiado amplia y carece de verdadera intriga. La actitud satírica que, más por malignidad de espíritu que por sentimiento moral, se ha revelado ya en el Poema tártaro (v.), se muestra aquí con algún valor de viveza y mordacidad, mediante argucias, observaciones punzantes y hallazgos narrativos. Las ideas democráticas que, hacia fines de su vida, ocuparon al escritor entre la época del Directorio y la del Consulado, le sugieren fingir una epopeya de animales al modo —para citar los ejemplos más ilustres — del latino Fedro y del francés La Fontaine.
Bajo el reino del León y la regencia de la Leona, con la educación del Leoncito, el pésimo gobierno de la Zorra ha sustituido al del Perro: así está representada la lucha entre el antiguo absolutismo monárquico y el nuevo espíritu republicano, hasta el conflicto de la Revolución francesa. Casti, aun dirigiendo sus tiros contra los males de las Cortes y de la política, satiriza a toda la vida social contemporánea, desde la gazmoñería hasta la vana erudición académica y a las mismas costumbres del vestir y el hablar. Se comprende que, por las alusiones satíricas y morales, los patriotas italianos divulgasen el poema en sus ediciones clandestinas —por ejemplo la de Lugano, 1825, en cuatro pequeños volúmenes — con el fin de contribuir, con un libro de factura popular, a mostrar los vicios que se ocultaban en la vida de los poderosos y tiranos. Este intento (afirmado ya en los Apólogos varios, v., colocados después como apéndice a los Animales parlantes) está declarado en el prefacio de la obra, conducido por la «buena fe de laudable objetivo, deseo del bien y rectitud de intenciones»: en realidad esto, para el bufonesco y lascivo abate, ya octogenario, era un motivo más para deleitarse con las extravagancias literarias. [Trad. en prosa de J. M. L. y M. F. (Barcelona, 1840); traducción en verso de Luis Maneyro (Havre, 1853)].
C. Cordié
Esos animales siguen empeñándose durante veintiséis cantos en sextinas en demostrar que no son animales: lo cual resulta evidente desde el primer canto. (Carducci)