Obra didáctica en prosa, dividida en 150 capítulos, escrita hacia 1330 por el príncipe Juan Manuel (1282-1349), autor del famoso Conde Lucanor (v.).
En él se narra cómo fue educado el príncipe Johas, hijo del rey pagano Morován, que lo había confiado a los cuidados de su maestro Turín, manteniéndolo alejado del mundo, con el propósito de que no pasase sobre él la sombra del dolor y la imagen de la muerte. Mas el príncipe Johas se cruza un día con un cortejo fúnebre, y por vez primera ve el cadáver de un hombre. Johas plantea entonces una pregunta tras otra a su maestro, a fin de distinguir la muerte, la vida y los dos principios complementarios del complejo humano: el alma y el cuerpo. Las preguntas se hacen cada vez más complicadas y apremiantes; tanto que el maestro Turín se cree obligado a llevar al joven a presencia de un santo varón, don Julio de Castilla, que se había consagrado a la predicación del Evangelio por aquellas . regiones. Iniciase una serie de consideraciones de orden moral, como fundamento del buen obrar, sobre la diversidad de los ordenamientos sociales, sobre las condiciones humanas, la actividad según la cual el hombre desarrolla su existencia y acerca de las tendencias espirituales que se manifiestan naturalmente en contradicción, pero con el fin de llevarnos a considerar un orden superior y una superior armonía.
De este modo se pasa a un terreno más elevado, tratando de los principios de la fe cristiana y del orden natural como expresión tangible de una razón suprema. Don Julio no hace sino reforzar en el ánimo de Johas las certezas naturales y espontáneas, logrando así su conversión al Cristianismo. A la vez que el príncipe, se convierte también su preceptor y, por último, el propio rey Morován. Se han hecho notar las relaciones que emparentan esta obra con la leyenda de Barlaam y Josafat (v.), el pío ermitaño y el joven príncipe, hijo de un rey pagano de la India, que se convierte al Cristianismo. Pero estos contactos nada dicen en contra de la originalidad de pensamiento que informa la obra española, que guarda estrecha relación con el Conde Lucanor del mismo Juan Manuel. Aquí el autor se mantiene en el ámbito de la sabiduría práctica, como sabiduría puramente natural y por ello independiente de la fe; allí, en cambio, subordina la sabiduría práctica a la revelación cristiana y hace de ella una ciencia del hecho concreto en relación con la existencia.
El Libro de los estados ofrece diversidad de tonos para los distintos planos en que se trata la materia, y se desenvuelve unas veces especulativamente y otras prácticamente; ello no obsta para que la prosa sea un modelo de sencillez elemental y de claridad expositiva, con un pensamiento que se despliega lúcidamente, caminando derecho a su fin, pese a las lentas consideraciones y divagaciones minuciosas.
M. Casella