Leyendas del Tiempo, Rudolf G. Binding

[Legenden der Zeit]. Narraciones legendarias del escritor alemán Rudolf G. Binding (1867-1938), pu­blicadas en 1909.

Su tema pretende ser reli­gioso, pero totalmente vinculado al mundo moderno: de ahí su título; sin embargo, el autor creyó poder tratar la leyenda sin aquella íntima religiosidad que le es pro­pia. Esto se nota tanto en «Coelestina», la historia de un angelito «caído del cielo» que finalmente se adapta y por medio del amor se aficiona a la vida humana, como en el «Sustituto de San Jorge» [«Sankt Georgs Stellvertreter»], en la que el cielo es consi­derado con demasiada ironía para que pue­da adquirir consistencia de representación. Se trata de que San Jorge quiere tener un año de permiso, pero no consigue encontrar sustituto, un caballero sin mancha ni temor, entre todos los «pobres pecadores» que se encuentran en el cielo. Por esto obtiene del Altísimo el permiso de hacer venir al cielo, por medio de la muerte, al único caballero que aún existe en el mundo: na­turalmente, es un alemán, un oficial de ca­ballería (Binding también lo era), quien, después de haber combatido en África, está gozando de la vida en compañía de dos buenos amigos y una mujer, a orillas del Rin. Cuando llega la muerte, el párroco y el obispo quieren convertir en un «pobre pecador» a este «caballero sin temor», pero Dios en persona interviene y lo impide.

El evidente desequilibrio entre la ironía del tema y la materia religiosa y humana de­semboca muy a menudo más en juego de ingenio que en verdadera poesía. Con El latiguillo (v.), el equilibrio vuelve a resta­blecerse, y en la «Leyenda de la Castidad» la ironía desaparece, mientras se hace sen­tir ya aquella rigidez que será caracterís­tica del último Binding. Aquí una mucha­cha paseando en camisón durante una ma­ñana de verano en su jardín florido, en­cuentra al Niño Jesús, desnudo, en brazos de su madre, y en un impulso de genero­sidad le ofrece, para resguardarle del frío, la única ropa que la cubre. Luego, como una especie de voto, no quiere ponerse nunca más una camisa; la Virgen, secreta­mente, la recompensa, rodeándola de una especie de intocabilidad. La muchacha se convierte en una lozana y hermosa joven, admirada e incluso amada por un antiguo compañero de juegos; pero un misterioso decreto divino parece impedir que los hom­bres puedan acercársele. Incluso el enamo­rado no osa más que cogerle la mano. La joven, presintiendo oscuramente este don, quiere ponerlo a prueba. Va a la ciudad y se pone a atraer a los hombres, va incluso a una casa de prostitución, para ver si por lo menos allí encuentra a alguien que con­siga tocarla; pero el milagro se confirma una vez más, y la joven vuelve a su jardín intacta y pura como cuando salió de él. Pero ha llegado el momento en que el cielo va a levantar el velo que la joven siente como un peso; dos misteriosas se­ñoras, Marta y Magdalena, llegan a una posada próxima a la casa de la muchacha y la llaman para ayudarla a adornarse para una fiesta. Cuando finalmente se queda sola en la habitación, una blanca camisa se presenta ante sus ojos; la joven se la pone como prueba, y en el acto siente que se ha desvanecido el encanto de su intocabi­lidad.

En esta leyenda el mecanismo de la trama queda algo más al descubierto que en otras, donde se desarrollaba con mayor seguridad; con todo, incluso por el estilo y por la elegancia de las imágenes, estas leyendas pueden contarse entre las mejo­res creaciones de Binding.

R. Paoli