[Legenda sancti Francisci]. Obra escrita en latín por San Buenaventura de Bagnoregio (1221- 1274). Es uno de los más significativos testimonios del movimiento franciscano. En su admiración por el fundador de la Orden, el erudito doctor ensalza las virtudes heroicas y divinas del pobrecito de Cristo, e ilumina con ellas su vida, afirmando la necesidad de tomar como modelo sus actos y sus palabras. Puesto que toda la vida de Buenventura estuvo dedicada a poner en práctica, según los dictados de la Iglesia, las enseñanzas de aquel que consideraba como su maestro, se comprende que escribiese la vida del santo con fines de edificación y la dividiese en dos partes comúnmente llamadas «Leyenda mayor» y «Leyenda menor».
La vida de Francisco enseña los caminos admirables hacia la perfección; por lo cual, los detalles biográficos se pierden en la exaltación de los motivos espirituales que se verifican en la figura histórica del Santo. La grandeza de San Francisco, por la dulzura y la simplicidad de su vida, por el amor hacia las criaturas, se funde con la humillación de sí mismo ante la obra infinita de Dios. De manera que para Buenaventura la vida de un hombre semejante no puede ser más que «leyenda», motivo de meditación y ejemplo a seguir para ser no solamente fransciscano, sino verdadero cristiano. Esta exaltación hagiográfica y, si no doctrinal, por lo menos parenética, encuentra su correspondencia en los cinco Sermones sobre San Francisco, pensados por Buenaventura en estrecha unión con la obra estrictamente biográfica. En ellos insiste en los motivos fundamentales de la Leyenda, haciéndolos objeto de un estudio más preciso y extenso, con la finalidad de poner en evidencia la importancia excepcional del ejemplo del Santo para la historia de la humanidad y la redención de ésta en la palabra de Cristo. En la primera literatura franciscana esta «leyenda» (en el sentido medieval de «vida digna de meditación») tiene, empero, también una importancia polémica, porque se contrapone a todas las Vidas anteriores, incluyendo las dos de Tomás de Celano, a las cuales aspira a sustituir como fuente para el conocimiento de San Francisco.
Dada la intención hagiográfica del autor, en la Leyenda no puede encontrar sitio más que lo que se refiere al santo, no al hombre: y por lo tanto, es natural que no haya la menor indicación sobre la composición del Cántico de las crea- turas (v.), mientras que comenta ampliamente el poder taumatúrgico del santo. La cuidada y orgánica disposición de la materia y la elevación de su estilo han hecho de esta leyenda la- más conocida entre las vidas de San Francisco. El capítulo general de la Orden reunido en Pisa en. 1263, la reconoció oficialmente.
C. Cordié