[Legenda aurea] Famosa colección de vida y leyendas de santos compuesta por Jacobo de Voragine o Varazze (1230-1298) hacia mediados del siglo XIII, probablemente alrededor de 1266. En las ediciones primitivas tuvo el título de Vidas o Leyendas de santos, o también de Historia Longobarda [Lombardica Historia]; el adjetivo «aurea» quiso expresar luego su valor.
Innumerables son los manuscritos, las ediciones, las traducciones en todas las lenguas europeas. La mejor edición crítica latina es la Graesse (1846), y sirvió de base a Arrigo Levasti para la publicación de una traducción toscana del siglo XIV, editada en tres volúmenes, en 1924. Después de un prólogo sobre la división del año en cuatro partes, interpretado simbólicamente, siguen 177 capítulos dedicados cada uno a la vida de un santo o a una fiesta de la Iglesia, por orden de calendario. Las «Vidas» apenas son más que una colección de anécdotas sobre las virtudes, los milagros y los martirios de los santos – desde los Apóstoles a San Francisco, Santo Domingo y San Buenaventura – , sacadas de la literatura cristiana y del sinfín de leyendas que circulaban en los siglos XI y XII, de donde los predicadores sacaban los ejemplos para sus sermones. La fe de los mártires amansa las fieras, separa las llamas, rompe las ruedas, sana los miembros mutilados, hace ir al demonio que se presenta bajos las formas más inesperadas, de hermosa joven o de dragón, o bien lo encadena, para vergüenza suya; sugiere a la más ingenua virgen respuestas para enfrentarse con los poderosos confundiéndolos en las disputas las fiestas eclesiásticas reúnen todas las leyendas referentes a las señales sobrenaturales que acompañaron los hechos conmemorados, a menudo con sutiles divisiones y clasificaciones.
El autor cita sus fuentes: además de las Escrituras, Eusebio, Casiodoro, San Jerónimo, San Agustín, Beda, San Bernardo, y a veces las confronta. Tampoco faltan ciertos conatos de crítica: es edudoso si tres soles en vez de uno salieron por la mañana de Navidad o a la muerte de César; no es seguro que los siete durmientes de Éfeso (v. Siete durmientes), que se escaparon a la persecución de Decio, se despertaran en su caverna 372 años después, porque cotejando las fechas se encuentra que son sólo 186 años. Del candor ingenuo de la narración surgen poderosas e históricas afirmaciones de santidad heroica: «Yo soy grano de Cristo – dice San Ignacio – y seré triturado por los dientes de las fieras, a fin de que nazca un pan blanquísimo»; o enseñanzas de sabiduría contemplativa: «Aquél que reposa en la soledad — dice San Antonio — de tres cosas se ha libertado, a saber: de oír, de hablar, de ver, y contra una sola cosa tendrá que batallar: contra el corazón»; o la poética exaltación de la pureza beatificadora: «La virtud de la castidad de la Beata Virgen traspasaba hasta la médula de los corazones no castos y los volvía castos en un momento».
Poblada de criaturas que viven en estrecha familiaridad con Dios, del cual extraen el soplo de una vitalidad indestructible y una fuerza sobrenatural, la Leyenda áurea hace sensible o real el ideal evangélico, refleja una aspiración vasta y colectiva, se nutre de la fe ingenua de siglos y en la fresca simplicidad de la expresión da un alimento de poesía a los espíritus más incultos. Para el arte de los siglos XIII y XIV, esta obra fue un repertorio inagotable de motivos y de inspiración.
P. Onnis