[Tusculanae disputationes]. Es un célebre tratado filosófico- moral, que comprende cinco libros, compuesto por Marco Tulio Cicerón (106-43 a. de C.) entre los años 45 y 44 a. de C., en el que se reproducen cinco conversaciones tenidas en cinco días en la villa de Túsculo. El método socrático tradicional sugiere la técnica dialogada; dos son los interlocutores: A., probablemente «Auditor», un oyente, que escucha, pero también interroga y objeta; y M., probablemente «Magister», un maestro que expone.
En el primer libro, Desprecio de la muerte [De contemnenda morte], se demuestra cómo, desde cualquier postulado filosófico que se parta, la muerte no deberá nunca considerarse un mal; el único daño que pesa sobre el hombre es el temor de la muerte, porque turba la serenidad de la vida. En el segundo, Tolerar el dolor [De tolerando dolore], se ve cómo la razón humana es capaz de vencer todo género de dolor, disminuyendo al menos su intensidad y acción perturbadora. En el tercero, Mitigar los males [De aegritudine lenienda], aparece la función moderadora de la filosofía, que puede obrar como medicina del alma y vencer las pasiones por medio de la serenidad que suele infundir. La tristeza desaparece cuando la filosofía sabe preparar el espíritu para superar los dolores, tanto más cuanto que el dolor, según los estoicos, no ha de considerarse como un mal. En el cuarto, Las otras turbaciones del espíritu [De reliquis animi perturbationibus], al cual se nos introduce con una historia de la cultura romana, demuestra cómo el hombre, libre de aflicciones y temores, debe saber mantenerse moderado y sobrio, pues también los excesos de alegría y codicia llevan turbaciones al alma.
En el quinto, Para ser feliz la virtud se basta a sí misma [Ad beate vivendum virtutem se ipsa esse contentam], el principio estoico de que la virtud se basta a sí misma sirve de criterio en la comparación de las varias doctrinas sobre la felicidad. Los temas son preferentemente morales, relacionados con cuestiones metafísicas: el problema ético no sólo viene resuelto en sus términos, sino a la vez ilustrado con la existencia de Dios, la inmortalidad del alma, la felicidad del sabio. El motivo simulado para introducir digresiones debilita el valor intrínseco de estas conversaciones, que, originadas como corolarios del tratado sobre Los límites del bien y del mal (v.), se resienten en parte del cambio de circunstancias políticas y de la nueva participación en la vida pública, que Cicerón intentó con resultado tan desgraciado después de la muerte de César. La composición, más bien fragmentaria y no exenta de inexactitudes, es el testimonio más evidente del estado de agitación espiritual del escritor que, hábil orador, no se olvida de recurrir a los artificios y subterfugios de su arte. [Traducción de M. Menéndez Pelayo en la Biblioteca Clásica de Hernando].
F. Della Corte
[Cicerón] por la eminencia de su ingenio y el esplendor de sus hechos, de su jerarquía, de su vida y de toda su fama, por haber no sólo introducido, sino formado y perfeccionado tanto el idioma como la literatura, la elocuencia, la filosofía latina, trayéndola en su totalidad de Grecia, por ser en suma, sin duda alguna, si primero el superliterato y escritor latino en casi todos los géneros, sobrepujaba tanto a los demás, que la lengua latina escrita se reputó encontrarse encerrada toda ella en sus geniales obras, las cuales hicieron función de Academia y de Diccionario… (Leopardi)
Su prosa no tiene un manantial oculto en su espíritu; de otro modo sería inimitable; brota de múltiples fuentes literarias, para venir a encauzarse en un solo río. (C. Marchesi)