[Tristia]. Colección poética de Publio Ovidio Nasón (43 a. de C. – 18 d. de C.). Son las elegías de su primer exilio; el primer libro, que cuenta la dolorosa separación del poeta de sus seres queridos y de Roma, fue escrito probablemente y enviado a la patria durante el viaje (8 d. de C.) y antes de su llegada a Tomi. Una vez allí, Ovidio escribió el segundo libro, que es una sola elegía de 600 versos, dirigida a Augusto como justificación del Arte amatoria (v.), en la que suplica se le conceda un lugar de destierro menos triste y lejano. En los dos o tres años sucesivos compuso Ovidio los otros tres libros, en los que trata de su excusable error y de su triste condición de desterrado, y habla del clima horrible del mar Negro, de los getas que lo habitan y del país expuesto’ a las incursiones bárbaras.
Estos tres libros no están dirigidos precisamente a Augusto, sino que se destinaron a ser leídos en Roma, a fin de crear una corriente de opinión favorable entre el público aristocrático e influyente. Muchas elegías son cartas; pero precisamente por ser destinadas a la publicación, ninguna de ellas presenta el nombre de la persona a que iban dirigidas, aparte las enviadas a su esposa. [Traducción española de Diego e Ignacio Suárez de Figueroa en Obras, vol. I (Madrid, 1727); traducción en verso por M. A. Román (Santiago, 1895) y de Germán Salinas (Madrid, 1889)].
F. Della. Corte
Bien sé que estos versos míos no son perfectos; son los versos de un desterrado que trata de buscar consuelo y no alabanzas. Yo canto de esta forma, para mí mismo, para distraer mi espíritu de la desventura. (Ovidio)
En conjunto no puedo considerar como obra poética las lamentaciones que Ovidio entona desde su apartado destierro en el Ponto Euxino, por conmovedoras que sean y a pesar de toda la poesía que puedan encerrar algunos pasajes aislados. Contienen escasa energía, demasiado poco espíritu y poca nobleza de corazón. La necesidad y no la inspiración desata estos continuos lamentos; en ellos respira, si no un alma vulgar, sí la disposición vulgar de un espíritu más noble, que el destino ha castigado. Schiller)