[Les institutions républicaines]. Colección de apuntes y de notas del francés Louis-Antoine-Lion de Saint-Just (1767-1794), publicada póstuma en 1800, como «Fragmentos de Instituciones republicanas [«Fragments d’Institutions républicaines»]. En una austera concepción de la libertad de los ciudadanos y de los deberes hacia el Estado, Saint-Just pone de manifiesto una completa meditación sobre la antigua legislación republicana, tanto de Roma como de Grecia; y, siguiendo el ejemplo de Montesquieu, considera el valor de la ley y la necesidad de instituciones que fortifiquen la obra de los mejores y la prosigan con fe. Las instituciones son la garantía del gobierno de un pueblo libre contra la corrupción de las costumbres, y son además la garantía de los ciudadanos contra la corrupción de un gobierno. Moral y política están vinculadas estrechamente a fin de educar al pueblo en la idealidad de vivir en el Estado y por el Estado; sin embargo, para evitar contrastes y violencias hay que proteger en la sociedad la seguridad de todo el mundo. Si la multiplicación de las leyes no contiene nada de bueno para las costumbres, hay que acudir a instituciones arraigadas en el alma de cada ciudadano, para evitar vejámenes y tiranías.
Todos tienen que trabajar y contribuir al bienestar de la colectividad; el Estado organiza escuelas y ejércitos, concede libertad de culto, venera la libertad de la naturaleza hasta en la educación de los niños y en la unión de los cónyuges que han de declarar su matrimonio delante del Estado solamente en el caso de nacimiento de prole. Ante el Templo del Ser supremo tendrán lugar las puniciones y la distribución de los premios; quien no haya confiado en la amistad o haya cometido actos reprochables será condenado a vestir de negro por toda la vida. El Estado, con los medios a su disposición, educa a los muchachos dignos de recibir estudios superiores, concede préstamos a los matrimonios, y da medios a quien no posee nada para trabajar. Un bellísimo fragmento es el doce, «Los funerales», que exige unas solemnes exequias para los ciudadanos difuntos, respetando su rito. A cada familia es concedido un pequeño campo para el entierro. Los cementerios son paisajes risueños; las tumbas están cubiertas de flores, esparcidas por los niños todos los años. «Es preciso que el respeto de los muertos sea un culto, que se crea que los mártires de la libertad son los genios protectores del pueblo y que la inmortalidad espera a los que los imitan.
Quien ultraja las tumbas ha de ser desterrado.» Este fragmento demuestra que el pensamiento de Saint-Just es resplandeciente y sagaz, y tiende hacia una austeridad republicana y una vida social totalmente nueva, mientras parece clara la insuficiencia de la posición política ante la situación efectiva de la sociedad francesa. La rigurosidad ardiente y fanática de este jacobino contribuye a valorar completamente las exigencias del movimiento republicano que él representaba. Si el culto de las tumbas hace mencionar, en contraste con otras leyes francesas de la época napoleónica; las afirmaciones de los Sepulcros (v.) de Foscolo, la proclamación sincera y meditada de la libertad y de sus garantías no encuentra más que en Benjamín Constant un defensor igualmente convencido de su necesidad e importancia para toda futura constitución, de 1889 al Tribunado, a la Monarquía de Julio.
C. Cordié